Netflix se ha convertido en un auténtico baluarte de nuestra ficción. A lo largo de los siete años que lleva en nuestro país, varias de sus series más vistas llevan firma española. Ahí tenemos el fenómeno 'La casa de papel' para demostrarlo. Precisamente con esta ficción, al estar enmarcada también en un atraco imposible en Madrid, se ha comparado mucho 'Asalto al Banco Central'. Pero la nueva serie de Netflix, que estrena sus cinco episodios este 8 de noviembre, no tiene mucho que ver con la ficción de Alex Pina. Quizá las únicas similitudes sean el propio atraco (aunque aquí se lleve a cabo para conseguir un objetivo muy concreto) y que aparece Miguel Herrán. Salvo eso, son dos series totalmente diferentes.
'Asalto al Banco Central' se basa en un infame hecho real del que ni siquiera se sabe toda la verdad. Y eso que ya han pasado más de cuatro décadas. Así que la serie de Netflix se acerca a alguna de las teorías más plausibles de todo lo que hubo detrás del atraco, pero siempre hay que dejar claro que solo esta basado en hechos reales. La ficción tiene la huella clara de Daniel Calparsoro, su director, que ya tiene experiencia en este tipo de proyectos.
Con películas como 'Hasta el cielo' o series como 'Operación Marea Negra' ha demostrado ser un director muy competente en este género. Y, sin duda, se nota a la hora de ver cómo está dirigido todo. Porque, por suerte, se sale un poco de la norma. Las plataformas no suelen dejar mucho espacio a la personalidad autoral, pero en esta ocasión, Netflix permite a Calparsoro que dé rienda suelta a diferentes encuadres y ópticas, dándonos un montaje diferente y, por qué no decirlo, mucho más interesante.
Para la serie cuenta de nuevo con su guionista habitual Patxi Amezcua. Y, aunque la historia es vibrante, sí que a veces flojea en cuanto al guion. Sobre todo por algunos momentos demasiado sobreexplicativos. O por algunos diálogos demasiado impostados y poco naturales que restan credibilidad al conjunto. Eso sí, se atreve con una de las múltiples teorías acerca de lo que pasó en aquel atraco de 1981, y saben llevarlo hasta el final. Quizá abusando demasiado por el camino de flashbacks o flashforwards (más de uno se perderá). Pero quitando eso, es un guión sólido y que, por suerte, no trata al espectador como idiota. Al menos, no demasiado.
Así es 'Asalto al Banco Central'
Barcelona, 23 de mayo de 1981. Solo tres meses después del intento de golpe de Estado en el Congreso de los Diputados, once encapuchados entran en la sede del Banco Central de Barcelona. Lo que empieza como un atraco espectacular pronto se convierte en todo un desafío para la incipiente democracia española. Los perpetradores retienen a más de 200 rehenes y amenazan con matarlos si el Gobierno no accede a liberar al teniente coronel Tejero y a otros tres responsables del 23-F.
El trío protagonista
Si hay algo sobre lo que se sustenta la serie de 'Asalto al Banco Central', sin duda es su reparto. Miguel Herrán está camaleónico como número 1, el líder de los atracadores. Aunque flojea en los flashbacks con los que nos bombardea la historia. Eso sí, se le nota disfrutar, y eso siempre se agradece. María Pedraza también lo da todo como la reportera contestataria. Y Hovik Keuchkerian, aunque repite los mismos manierismos de siempre, también destaca en ese trío que conforman la base de la serie de Netflix.
El reparto está repleto de secundarios a la altura, como Patricia Vico, Tito Valverde o Viktor Beltrán, al que también hemos podido ver recientemente en 'Entrevías'. Pero si hay un problema que, en muchos momentos, canta demasiado, es el doblaje. Porque aunque no lo parezca, en muchas escenas los actores se doblan a sí mismos, sobre todo para que se entienda mejor el diálogo cuando hay secuencias con mucho ruido de fondo. En los momentos del atraco, cuando tienen el pasamontañas puesto, hay muchos momentos en los que se ve claramente cómo no cuadra lo que dicen con sus movimientos de boca.
Así que en definitiva, aunque da con varias teclas interesantes, 'Asalto al Banco Central' es una serie que acaba perdiendo fuelle, pese a su gran último capítulo. Da la sensación de que podría haber funcionando mucho mejor como película que como miniserie, sobre todo porque quiere contar demasiadas cosas, pero no todas sirven para impulsar la historia. De hecho, hay momentos que entorpecen el desarrollo de la trama y eso acaba lastrando el conjunto final. Pero sí que tenemos que destacar el trabajo de ambientación, como siempre de diez, pero ya no solo en el aspecto visual, sino también en el musical. Por momentos, la banda sonora, con temas de la época como 'Super Superman' de Miguel Bosé, o 'Rumore' de Raffaela Carrà, ayudan mucho a meterse en el ambiente.
La ficción de Netflix es perfecta para vérsela de maratón un fin de semana, y tratar de entender un poco más una de nuestras etapas más convulsas. Y, aunque el guion flojee en algunas ocasiones, el conjunto es lo suficientemente interesante como para darle una oportunidad.
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