'Las chicas del cable': calcomanía mejorada de 'Velvet'

'Las chicas del cable': calcomanía mejorada de 'Velvet'

El pasado 28 de abril la ficción española hacía historia. La plataforma Netflix estrenaba a nivel mundial la primera serie española de producción propia y las críticas no se han hecho esperar, 'Las chicas del cable' son las nuevas "chicas Velvet".

Cuando el pasado mes de Diciembre Antena 3 despedía por todo lo alto la serie 'Velvet', ya estaba en marcha el rodaje de la nueva serie de Bambú, 'Las chicas del cable'. Sin embargo, Antena 3 no sería la receptora de la nueva ficción, Netflix se interesaba en una ficción de corte similar a la de Paula Echevarría y Miguel Ángel Silvestre.

Y ahora, después de ver la primera temporada de 'Las chicas del cable' se puede decir alto y claro: se trata de una calcomanía mejorada de 'Velvet'. Sin ánimo de spoilear, las claras semejanzas entre las "chicas Velvet" y las protagonistas de la serie de Netflix saltan a la vista. Dejando de lado la trama principal entre los personajes de Yon González y Blanca Suárez, y que recuerda sin duda a la de 'Velvet', por ese amor prohibido, las nuevas cuatro protagonistas son la continuación de innovadoras tramas vividas por Ana Rivera y compañía.

'Las chicas del cable' han copiado las historias de las Galerías Velvet. Sin embargo, se moja de realismo y verosimilitud, algo alejado de la faceta familiar de la serie de Antena 3. Netflix ha querido plasmar no solo historias edulcoradas envueltas en una burbuja de fantasía e ilusión sino que la nueva ficción de Bambú abre las puertas al machismo de la época, la homosexualidad escondida, el feminismo maniatado, en definitiva, se ennegrece y se empapa de verdad.

Pero no solo mejora a nivel argumental ya que goza de una impecable factura, tanto desde el punto de vista de la fotografía -parece que estamos viendo una película -, como de la banda sonora que acompaña a cada capítulo, una música delicada, sutil y sensible.

Quizá el único pero correspondería con la velocidad de las tramas. En apenas ocho episodios que conforman la primera temporada no hay un respiro para que cada acción coja forma, embadurnándose de muertes, detenciones, robos, sexo y pedidas de mano, que pueden llevar al espectador a ahogarse de contenido. ¿Puede esto convertirla en una guía fácil para presuponer las tramas de la segunda temporada?

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Jorge Neila

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