ANÁLISIS | Semana del 19 al 25 de abril de 2021
Han pasado 6 años desde el estreno de 'Merlí', la serie que ha marcado a toda una generación. Su estreno supuso un punto de inflexión en la ficción adolescente, lo normativo dejó de ser lo predominante para quedar relegado a la anécdota. Sus personajes huyeron de los roles mil veces vistos en las ficciones teen americanas. Y no solo eso, la serie se atrevió a cargar el mayor peso de su estructura narrativa en una trama sentimental entre dos jóvenes del mismo sexo. No era nada nuevo la incursión de personajes homosexuales en las ficciones españolas, el 99% de ellas las tenían, lo novedoso del caso era que la relación entre Pol y Bruno era la gran historia de amor sobre la que giraba todo el guión.
Tras una tercera temporada algo floja, 'Merlí' aterrizó con aires nuevos en Movistar+. Un spin-off centrado en la vida de Pol Rubio, el personaje interpretado por Carlos Cuevas, con muchas caras nuevas pero con toda la esencia de la serie madre. Una primera temporada de 'Merlí: Sapere Aude' bastante digna que supo explotar las mejores fantasías de la vida universitaria. La serie perdió algo de peso para convertirse en un divertimento erótico festivo, pero funcionaba. Y entretenía, algo tan difícil hoy en día.
Este año llegó la segunda temporada, la quinta si tenemos en cuenta las tres iniciales, y la serie ya no es nada más que un excelso Carlos Cuevas. El actor ha crecido mientras la ficción ha menguado. Cuevas logra contagiar todo lo que expresa con sus ojos, con su sonrisa e incluso con la forma de colocar las piernas. Pero ya solo él tira del carro. El icono sexual deja paso al actor. Y es entonces cuando se descubren todas las costuras de ‘Merlí: Sapere Aude’. Por muy buen intérprete que sea su protagonista la serie es desmonta si no hay una bacanal en cada capítulo. Con la apuesta por ahondar en la profundidad de la serie solo ha ganado el actor, que brilla en cada plano, mientras la ficción no logra sostenerse cuando pretende ponerse seria.
Si en la anterior temporada, el triangulo amoroso con Rai y Bruno mantenía la tensión, en esta segunda parte ninguna de las relaciones que establece Pol llega a tener sentido. El personaje de Cuevas no logra conectar ni con sus amigos ni con el nuevo personaje que interpreta Jordi Coll. Un madurito de presencia poco justificada en la universidad, que aparece y desparece sin llegar a consolidar nada. Imposible conectar con esta historia que ni el propio guionista se cree al darle un perfil tan bajo en los cinco primeros capítulos. 0 química entre la pareja que tendría que enamorar a la audiencia, solo vemos a dos heteros que hacen ver que se gustan.
Y sí, tenemos a María Pujalte y a Eusebio Poncela, dos monstruos de la escena de los que no se puede decir nada malo. Pero vienen a ser dos libros de autoayuda con voz para Pol Rubio, dos grandes recitadores de texto sin mucho sentido por ellos mismos en la trama. Lo mismo que sucede con ellos ocurre con el resto de las historias de los personajes secundarios, no interesan ni están bien perfiladas (me da pavor lo que se intuye que pueden hacer con el personaje de Carme Conesa). Ningún plano se aguanta si no aparece el protagonista. Tan insustancial es la historia que los capítulos se cierran sin generar ninguna expectativa de lo que ocurrirá en el siguiente; más allá de lo único que funciona, volver a ver a Carlos Cuevas.
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