La crítica de la semana: Hay vida más allá de la Pedroche

ANÁLISIS DE AUDIENCIAS | Semana del 31 de diciembre al 6 de enero de 2019

El año terminó con las campanas más vistas de la historia de las cadenas privdas. Pero más allá del bikini que lucía Cristina Pedroche y el posterior debate nacional , la primera semana de 2019 nos ha dejado un regalo televisivo de visionado obligatorio.

Hacer del maltrato animal una fiesta nacional, despotricar de nuestro representante en Eurovisión o comerse las uvas con TVE son algunas de las tradiciones más arraigadas en la sociedad española. Por alguna extraña razón, una cadena con escaso consumo anual consigue congregar a las masas el 31 de diciembre independientemente del espectáculo que ofrezcan en su retransmisión de las campanadas. El ser humano es un animal de costumbres que más por tradición que por criteri, decide repetir patrones cada fin de año otorgándole a La1 uno de sus mejores registros de 2018. En esta ocasión Anne Igaritiburu y Roberto Leal lograron un 34,4% de share al reunir a casi 6 millones de espectadores con su retransmisión desde la Puerta del Sol. Objetivo cumplido sin ningún atisbo de innovación, su trabajo consistía en seguir patrones noventeros y hacer de la discreción su mejor virtud para seguir siendo la oferta más institucional del último día del año.

Al día siguiente nadie hablaba ni del hieratismo de Anne ni de la simpatía del alumno más aventajado de Toñi Moreno; la protagonista absoluta fue Cristina Pedroche. Antena 3 supo generar una vez más expectativa con su propio show de fin de año, basado única y exclusivamente en el atuendo escogido por la presentadora. La gente se hace la sorprendida cuando son los primeros que antes de la celebración de una boda no tienen otra estúpida curiosidad que elucubrar sobre cómo será el vestido de la novia. Puede que en todo ello haya un trasfondo machista pero nadie parece darle importancia cuando las campanadas de Antena 3 cada año tienen más poder de convocatoria, en esta ocasión superaron los 4 millones de espectadores. ¿Es lícito que una cadena de televisión relegue el papel de una mujer a su indumentaria?  Pues sí , no deja de ser una celebración, un show en el que la propia involucrada decide participar libremente y vanagloriarse de ello. ¿Es estético? Pues lo del gusto ya es muy subjetivo, pero como debo mojarme, diré que lo del bikini fue un esperpento que lo único que hace es perpetuar roles de género que deberíamos ir mandando a la papelera de reciclaje. Si un año fuera de Barbie Malibú y al siguiente de galleta Oreo tendría toda la gracia del mundo, pero el único patrón que se repite es el de reducir tela.

En todo caso, es triste comprobar cómo hay gente más alterada por los trapos de la Pedroche que por el posible blanqueamiento de VOX sobre cuestiones de género. Hasta el año que viene no volverá a generarse tal debate nacional, pero una vez superado el ruido el 2019 ya nos regaló una de esas joyas de visionado obligatorio. Como viene siendo costumbre en los últimos meses, la oferta televisiva de #0 brilla por encima del resto por el riesgo asumido en sus planteamientos y la cualidad narrativa de sus relatos. El miércoles nos deleitaron con un nuevo capítulo de ‘Radio Gaga’, en este caso dedicado a un centro de jóvenes con conductas problemáticas.  Historias humanas demoledoras pero sin un ápice de edulcorante, el adorno brilla por su ausencia y el único hilo conductor es la verdad que transpira cada uno de los testimonios del programa. Relatos contados con tiempo y revestidos de un sencillo envoltorio audiovisual, para reivindicar que el principal poder de la televisión sigue siendo la palabra.

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