La crítica de la semana: El triunfo de una generación

La crítica de la semana: El triunfo de una generación

Semana del 29 de enero al 4 de febrero de 2018

Una gira por toda España, sencillos en lo más alto de las listas de ventas y unos datos de audiencia muy por encima de la media de la cadena. El éxito de esta edición de OT es incontestable pero su brillo es también el destello de un sector mermado.

Volver y triunfar tras seis años de parón no era tarea fácil, y ellos lo han logrado y con creces. ‘Operación triunfo’ registraba el pasado lunes su máximo de edición al alcanzar un estupendo 23,6% de share. ‘OT’ ha calado entre el público juvenil, arrasando en redes sociales y mediatizando a sus concursantes más allá de las esferas de TVE. Revistas del corazón, periódicos digitales e incluso otras cadenas se han rendido al fenómeno, dando espacio y difusión a los quehaceres de los nuevos triunfitos. Este fenómeno paranormal, acontecido solo en las primeras ediciones del concurso, responde más a la incapacidad que tienen los otros canales para generar su propio contenido que a la necesidad de la población de saciar sus conocimientos sobre un fenómeno social, cómo sí sucedió en la primera edición. ‘OT’ llegó, se difundió y triunfó gracias a la pasividad de una competencia acomodada, a un sector televisivo que languidece sin sacarle partido a su mejor baza, el entretenimiento en directo.

No hay que quitarle ningún mérito al formato, supieron leer el momento y adaptar el programa a las nuevas generaciones. Vivimos en tiempos de hogares multipantalla, de un consumo audiovisual saciado mucho más allá del viejo televisor. El canal 24H de Youtube fue vital para el engordamiento del fenómeno, dando acceso a un contenido en directo y online, mucho más familiarizado entre las nuevas generaciones. Mientras el resto de cadenas restringen la difusión de sus formatos, TVE cedió gran parte de su exclusividad a Youtube, para terminar recogiendo los frutos de la difusión y fidelización a través de la este. De Youtube a Twitter y de Twitter a los “digitales, y de todos ellos a nuestras pantallas. Fue imposible no sumarse al acontecimiento televisivo del año, nadie con un mínimo de contacto a las redes sociales pudo escapar del bombardeo. Siete de cada diez publicaciones digitales que leemos hacen referencia a ‘OT’ (este no es un dato científico, solo un estimación que uno hace a la ligera para reafirmar su teoría).

Para alcanzar la gloria hizo falta algo más que retroalimentación a través de redes sociales, ‘OT’  tenía la estrategia pero también los ingredientes para atrapar al target (público objetivo) que lo catapultó al éxito:

  • Un casting casi perfecto al que muchos no supieron verle la gracia en la gala de presentación pero que demostró dar en el blanco con la personalidad de sus concursantes. El programa tuvo claro que ellos serian los verdaderos protagonistas del formato por encima de las vanidades de cualquier jurado. Los espectadores nos equivocamos el primer día buscando las voces de Bisbal o Chenoa cuando teníamos algo mucho más contemporáneo: el carisma de Amaia o el talento de Alfred. La productora supo explotar los romances sin parecer que los incentivara, supo dar visibilidad a las realidades menos heteronormativas sin ningún atisbo de adoctrinamiento. El programa potenció los valores de los ‘triunfitos’ huyendo del conflicto, proyectando “buen rollo” aunque este no fuera siempre 100% real.
  • Noemí Galera y su equipo de profesores se encargaron de enseñar pero a la vez marcaron el carácter televisivo de esta nueva edición de ‘OT’, siempre bajo las consignas del hombre en la sombra. La Galera, que de tele sabe un rato, guió a los chicos hacia los anhelos de la audiencia sin ninguna necesidad de adulterar la personalidad de esta nueva generación. Consiguió que no perdieran un ápice de frescura teniendo en cuenta que no dejaba de ser un programa de televisión.
  • Roberto Leal es el presentador del año.  Ponerse al frente de este transatlántico solo está al alcance de unos pocos y él cumplió con creces con su cometido. Profesionalidad y simpatía a partes iguales, Leal fue cercano sin resultar empalagoso, la cuota sur sin necesidad de exagerar los acentos, un  conductor sin tropiezos y generoso que cedió todo el foco a los “triunfitos”. Encontró el tono perfecto para captivar  al público sénior del canal público a la vez que no incomodaba a los nietos de estos.

Gran trabajo de Gestmusic que pone en valor la televisión en 2018. Llevan cuatro meses acaparando Twitter y corrillos de instituto, después de OT… ¿la nada?

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