ANÁLISIS | Semana del 30 abril al 6 de mayo de 2018
La academia de Fama reabría sus puertas en 2018 con la cara lavada y una poderosa inversión económica a sus espaldas. Una experiencia estética deliciosa en la que prima el talento por encima del reality convencional.
Del OT de Bisbal al de Amaia hay más de 15 años de diferencia y apenas algún cambio en el formato. Del último ‘Fama’ de Cuatro al que se mite actualmente en #0 han pasado 7 años y solo se mantiene la mecánica y la presentadora. Cadena nueva, profesores nuevos y una estética totalmente renovada. El talent de baile va por delante de todo lo visto hasta ahora en España y su factura visual nos transporta más allá de nuestro presente para darnos una pista de lo que esperamos que nos depare la televisión del futuro. El concurso no se graba con las cámaras estáticas habituales detrás de los espejos sino que tira de operadores que acompañan a las máquinas para no perdernos ni un detalle de la escuela de baile. Con este punto de partida ya hay una clara declaración de intenciones; el talent prima sobre el reality, la imagen pasa por encima de la sensación de no ser vigiladas que pueden tener los concursantes de otros formatos de tele-realidad. Si te gusta evaluar el talento y analizar la evolución de este, ‘Fama a bailar’ te va a encantar.
Uno se sienta delante del televisor con la sensación de estar viendo una obra cinematográfica. No solo el formato en el que se graba el programa potencia esta sensación, algo aparentemente tan sencillo como los rótulos que aparecen sobreimpresionados durante las actuaciones o el espacio en el que se desarrolla la acción suman para ofrecer al espectador una experiencia visual única en lo que viene ofreciendo hasta ahora la televisión en España. Por primera vez en una academia vemos luz natural, un espacio diáfano que dota al concurso de un look urbano al ubicar sus instalaciones en una antigua fábrica. ‘Fama a bailar’ es atrevido estéticamente al romper los encorsetamientos vistos hasta ahora, limitaciones que van más allá del espacio físico. Como ya sucedió en ‘OT’, la academia de baile sale de los límites del televisor para dar el salto al mundo online, imprescindible actualmente para conectar con el público potencial de este tipo de formatos. Canal de Youtube 24 horas para alcanzar al espectador desconectado del televisor, y que además, al emitirse en un canal de “pago”, ofrecía la posibilidad de llegar al consumidor audiovisual que ya no cree en la televisión comercial convencional.
La audiencia de ‘Fama a bailar’ es todo lo buena que se puede esperar para una plataforma de pago, sobrepasando de largo la media cadena y sobretodo dando a conocer un canal muy desconocido para el gran público. El hastag oficial del programa se encuentra cada día entre los más radiado de Twitter y los perfiles de los concursantes en redes sociales cuentan con miles de seguidores. De ellos poco sabemos más allá de su talento y evolución académica, su faceta más íntima, que no la emocional, tenemos que intuirla. El concurso de baile tiene más de experiencia cultural que de reality convencional español, pero no por ello pierde un ápice de entretenimiento. Por ponerle un pero, a este ‘Fama’ le falta algo de fuego, y no hablo de tramas amorosas ni de conflictos, sino de esa chispa erótico sexual que supo darle Rafa Méndez a las coreografías en su momento. Por lo demás, ‘Fama a bailar’ es arte televisado, y Paula Vázquez, la mejor maestra de ceremonias para reivindicarlo.
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