Adiós de Mila Ximénez: 'Sálvame', tan de verdad que duele

Crítica de la semana: 'Sálvame', tan de verdad que duele

ANÁLISIS | Semana del 21 al 27 de junio de 2021

Si todavía no éramos conscientes, nos hemos dado cuenta tras la muerte de Mila Ximénez de lo que ha llegado a calar 'Sálvame' en todos nosotros. Sus habitantes no son meros muñecos que se dedican a entretenernos, que también, sino que se han colado en nuestro imaginario colectivo como parte de una familia alternativa. Es tal la exposición y la generosidad al compartir sus vidas durante 12 años, que la audiencia ya los sentimos como algo propio.

Es tal la capacidad del formato de conectar con sus feligreses, que lo bueno y lo malo terminan viviéndose con más intensidad.  Yo, que siempre intento mirarlo todo desde la perspectiva aséptica del crítico de tele, me he sorprendido esta semana emocionado hasta las trancas con la muerte de Mila. Y es que no es solo su pérdida, a ese dolor se suma el impacto que produce el duelo de sus compañeros. Una emoción que se contagia a las casas.

Para traspasar la pantalla hace falta verdad, y de eso en ‘Sálvame’ hay a raudales. Es el máximo exponente de la telerealidad en España, no hay otro formato que acumule tantas horas en directo con tal nivel de autenticidad. Más allá del maquillaje, del guión o de los pinganillos el programa ofrece al espectador cada tarde una inmersión total a las entrañas de la televisión y a las de sus protagonistas.

En el patio de vecinos más famoso de la televisión no hay límites de espacio físico ni de intimidad que rebajen la experiencia del espectador al sentarse delante de la pantalla. Por esto, por la falta de restricciones entre los protagonistas y el patio de butacas, la muerte de uno de ellos se vive de una forma mucho más descarnada.  Mila, como ‘Sálvame’, forman parte de la vida de muchos. Y ahí está su grandeza, su muerte es sentida por miles de personas que ella nunca llegó a conocer.

Mila Ximénez era un animal televisivo, eso ya es una obviedad repetida hasta la saciedad. La periodista tenía en su ADN el valor más preciado de ‘Sálvame’, esa sensación de imprevisibilidad que te acompaña durante toda la tarde. Capaz de girar la trama en un segundo con alguna de sus astucias, levantando el espectáculo independientemente de las antipatías que pudiesen generar sus ataques dialecticos. Vehemencia, inteligencia y verdad son valores en peligro de extinción en la pequeña pantalla, y ella los tenía todos.

‘Sálvame’ no es un mundo ideal, pero es lo más parecido al mundo real. Despedirse de Mila fue más jodido de lo imaginado, pero otra vez el programa volvió a regalarnos una lección de televisión. Era necesario trasladar el abrazo de un adiós a las casas, compartir esos momentos con la audiencia que también sienten la pérdida como suya. Y hacerlo de la mano de sus amigos televisivos. El programa supo dibujar con delicadeza la esencia de un velatorio en la pequeña pantalla, ofreciendo  la posibilidad de despedirse de ella a los que la han acompañado todos estos años desde el sofá.  Con un Jorge Javier Vázquez brillante, en la única faceta televisiva que le quedaba por explorar.

Mila se fue, sin saber toda la huella que deja en los que nunca llegó a conocer. Pero hay algo que va mucho más allá de lo televisivo que seguro que hizo que se marchara tranquila, el maravilloso ser que es su hija Alba. Su llamada el jueves a ‘Sálvame’ atravesó todas las pantallas como ningún otro momento que se recuerde en televisión… Verdad en estado puro.

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