Los Premios Goya 2025: La ceremonia que se quedó sin alma como gala para televisión

Los Premios Goya 2025: La ceremonia que se quedó sin alma como gala para televisión

Los Premios Goya nunca se han caracterizado por su espectacularidad, pero este año 2025 han perdido su alma con unas Maribel Verdú y Leonor Watling incapaces de levantar un guion imposible.

La gala de los Premios Goya 2025
La gala de los Premios Goya 2025 | Montaje El Televisero

Me enervan todos esos eruditos que no han pisado un cine en todo el año y se dedican a criticar la gala de los Premios Goya en TVE como si fuera un deporte nacional. Un ritual en el que poco importan las películas nominadas o los homenajes si con sus tuits pueden generar unos cuantos likes. Por inercia o escasa vida social, se sientan frente al televisor un sábado por la noche con ganas de rajar, independientemente de lo que acontezca en el escenario. Este año, y sintiéndolo mucho, me tengo que unir a ellos.

He visto casi todas las ediciones de los Goya de este siglo y no recuerdo un peor sabor de boca que el que me dejó la ceremonia de este año. Incluso la gala de 2021 marcada por el Covid, criticada hasta la saciedad por sus sobriedad y con los nominados recibiendo el premio desde sus casas, tuvo mucho más coherencia que lo que vimos anoche. Y es que a veces, no todo es cuestión de pompa o fuegos artificiales, sino de darle sentido a lo que estás ofreciendo.

Si bien las ceremonias televisivas que se realizan en nuestro país nunca destacan por su espectacularidad, la gala de los Goya suele sostenerse en un guion con alma. Las carencias presupuestarias se suplen con una narrativa propia que interpela y emociona a todos aquellos que amamos el cine español. Pero este año no hay a lo que agarrarse; ni alma, ni orden, ni sentido. Una transición de momentos inconexos en la que todas las intenciones por parte de la escaleta resultaron fallidas. 

La anti televisiva gala de los Premios Goya 2025 que se coronó como un despropósito

Nada de lo que se buscaba en los espectadores funcionó. Desde el número inicial, en el que más que el arranque de una gala televisiva parecía un medio tiempo para ir al lavabo, al broche final, con el desconcierto generalizado por el premio exaequo que despertó del letargo a los que todavía estábamos frente a la pantalla a las 01:40 de la madrugada. Si para los que seguimos con entusiasmo la carrera de las películas fue tedioso, no me quiero ni imaginar para el resto.

Cuando dos actrices como Maribel Verdú y Leonor Watling están tan fuera de tono, es que algo se está haciendo muy mal. Desde el guion, con escaso humor y el poco que se intuía no funcionaba, a la realización, con exceso de planos repetidos en el patio de butacas a ausencias flagrantes como la de la cara de Emma Vilarasau cuando Carolina Yuste la estaba nombrando desde el escenario. Eso sí, a Nausicaa Bonnin, que es maravillosa, pero digamos que no tiene la dimensión de Penélope Cruz, la vimos tropecientas veces. 

La gala era ya un polvorón difícil de digerir hasta que se coronó como un despropósito cuando decidieron hacerse los políglotas y subtitular a Richard Gere con IA, al recoger el Goya Internacional. Lamentable el momento en el que el señor iba hablando y el texto era incapaz de traducirlo, dejando a gran parte de la audiencia sin entender absolutamente nada del mensaje que quería trasladar Richard. Imagino que lo hicieron con la intención de mostrar una España vanguardista que no necesita doblaje, pero el resultado fue tan cutre que no se le hubiese ocurrido ni a Paquita Salas.

Con todo, la audiencia fue excelente, arrasando con un fantástico 24,4% y 2.340.000 espectadores en La 1 y liderando la noche a muchísima distancia de sus competidores. Me alegra el dato, que tanta gente siga acudiendo a un evento cultural como los Goya un sábado por la noche nos da algo de esperanza en un contexto mundial tan poco alentador. Eso sí, espero que no se quedaran con la imagen televisiva que se ofreció ayer, tan poco acorde con un año de cine español tan disfrutable. Elijo creer que el objetivo fue reservar algo de ingenio y presupuesto para la gala del año que viene, que unos cuarenta años de los Goya no se pueden celebrar de cualquier manera.

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