La crítica de la semana: Culpar al mensajero

La crítica de la semana: Culpar al mensajero

ANÁLISIS DE AUDIENCIAS | Semana del 12 al 18 de marzo de 2018

La crónica negra revolucionó  las audiencias de esta semana. Las cadenas de televisión modificaron sus parrillas y los programas adaptaron sus escaletas para rentabilizar  el interés de los espectadores por  la pérdida del pequeño Gabriel.

En estas líneas no pretendo poner el dedo acusador encima del papel desempeñado por la televisión tras el crimen de Níjar. No es mi intención señalar a los medios ante la cobertura informativa, o desinformativa, que han realizado durante los últimos días. Ellos son solo empresas, entes comerciales que se deben a la rentabilidad económica con la única finalidad de facturar a final de mes. La ética, la moral o el buen gusto ya son cosa otra cosa; pero cada uno tiene los suyos. Todo español posee su propia escala de valores, y probablemente, la ética o la moral de un supernumerario del Opus no tiene nada que ver con la de Mariano Rajoy, o sí, quién sabe. Estas son las bases de un mercado “libre” llamado televisión, que nace del principio básico de la oferta y la demanda. ¿Y dónde está el límite? Pues igual que en otros tantos ámbitos de la vida, lo que se puede hacer o no lo determina la ley, aunque esta a veces responda más a intereses institucionales que a realidades sociales.

Los responsables en gran parte de la cobertura desorbitada del caso Gabriel somos los espectadores. Por bondad, por empatía o por morbo, muchos españoles se pegaron esta semana al televisor para saciar sus necesidades informativas. De la misma forma insana que miramos por la ventanilla del coche cuando vemos un accidente de tráfico, somos capaces de dar a programas de televisión que narran el suceso sus mejores audiencias de todos sus años de emisión. ‘El programa de Ar’, ‘Espejo Público’, los informativos de todas las cadenas, ‘Viva la vida’, ‘Desaparecidos’… y una lista infinita de programas abordaron el suceso de Almería subiendo su share hasta topes desconocidos hasta el momento. El público demandó y la televisión se lo ofreció, pero tampoco pequemos de simplistas. Mientras la gente vertía lágrimas por la muerte del pequeño pescadito, en las cadenas de televisión se frotaban las manos sumando euros a sus cuentas.

Los espectadores debemos asumir nuestro parte, pero no tenemos responsabilidad alguna más allá de la de demandar información. Cuando se manipula, se interfiere en la investigación policial o se miente, la responsabilidad total y absoluta es del medio. Por suerte, no han sido muchos los profesionales que han sacado su falta de humanidad a pasear. No hace falta mencionarlos, la dignidad infinita de la madre de Gabriel ya los ha puesto en su sitio. Lo que sí me parece del todo irresponsable por parte de algunos informativos es mezclar un crimen tan reciente con la derogación de una ley tan controvertida como la de la prisión permanente revisable. Los medios deberían apostar por transmitir al público un debate más reposado y no atizar la sed de venganza en un momento tan agitado. Cada español es un mundo pero todos necesitamos tiempo y espacio para tomar nuestras propias decisiones, lejos del ruido de los medios, para escoger, entre otras cosas, el tipo de televisión que queremos consumir.

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