ANÁLISIS | Semana del 12 al 18 de diciembre de 2022
El amor lo puede todo, o eso dicen los que tienen nata montada en las venas. Lo que está claro, es que las historias de amor siguen siendo uno de los géneros más recurrentes en el mundo audiovisual. Nos enganchamos a los romances de una forma animal, desde la incertidumbre de sus inicios al desgarro de su punto final.
Dentro de los amoríos, los culebrones reales son el mayor negocio de la industria de la crónica social. Aunque a medida que pasan los años los plebeyos van ganando terreno a las realezas, la vida personal de reyes y princesas continúa gozando de una atención planetaria. El mejor ejemplo de ello: el revuelo generado por el documental, por no decir docu-reality, protagonizado por los duques de Sussex.
Harry & Meghan, así de original es el título de su publireportaje en Netflix, prometía mucho más de lo visto. Solo hemos asistido al relato edulcorado de un romance real, y la verdad es que esperábamos algo más de intrigas palaciegas. Sí, el príncipe que se enamora de la actriz es un relato que nunca falla, pero las historias bonitas duran lo que un reel de instagram, son insostenibles durante seis capítulos de una hora cada uno.
Cuando es el protagonista el que cuenta su propia historia siempre corre el riesgo de embellecer el relato o de situarse en el más absoluto victimismo. Y esto es lo que termina ocurriendo con Harry & Meghan. Podemos tolerar un poco de autocomplacencia, pero deben darnos a cambio miserias y trapos sucios para completar el cuento. Aquí todo está medido: cada palabra, cada imagen, cada suspiro… todo está pensado para ofrecernos un reportaje mamporrero del Hola!
La pareja, y Meghan en particular, se pasan medio documental culpando al mundo de todo lo que les ocurre. Que visto en perspectiva, tampoco es tanto. Para que nos entendamos, no es ninguna heroicidad renunciar a ciertos privilegios reales para irte a una mansión californiana. Probablemente, es mucho más estimulante darse a la buena vida en la costa americana que no atiborrarte a té en la tristeza grisácea de Londres.
Su vida es tan bonita que parece de verdad. Por poner un ejemplo de la patraña: vemos a la pareja, pero en ningún momento vemos al servicio que, sin ninguna duda, deben tener contratado. Ya intuíamos que no iban a convertir su adosado en la casa de Gran Hermano ni iban a despotricar de los Windsor como si fueran Carmen Gahona y Chiquetete en el Deluxe, pero esperábamos algo más de realismo y una buena dosis de dardos envenenados.
Aquí en España también teníamos esta semana nuestra dosis de amores de cartón piedra: nos enterábamos gracias a la revista Lecturas de la ruptura sentimental de Aitana y el hijo de Ana Duato. Un drama generacional extrañamente gestionado por la ex pareja. Y que conste, no es que me moleste que promocionaran su serie conjunta como si el amor todavía estuviera en el aire, cada uno cuenta lo que quiere de su vida privada, y sino que se lo digan a Pablo Alborán. Lo que sí que me irritó fueron las declaraciones en un photocall de la intérprete de ‘Vas a quedarte’, o no tanto sus palabras como los ataques de dignidad de algunos tuiteros defendiendo a la muchacha como si sufriera la persecución de Lady Di en los 90.
Seamos sensatos y pongamos las cosas en su sitio. Aitana es famosa por participar en un concurso REALITY de televisión. Esto no la hipoteca de por vida a compartir su intimidad, solo faltaría, pero sí que debe entender que es una artista que ha basado parte de su carrera en la exposición pública.
Entiendo que no debe ser cómodo que te sigan cuatro paparazzis cuando bajas al colmado a por anacardos, pero de esto a abrir melones sobre salud mental y seguridad pública hay un trecho. O un océano. El “acoso” que puede estar sintiendo la cantante es molesto,vale, pero ya os puedo asegurar que no tiene a 50 periodistas en la puerta de su casa preparados para organizarle un escrache. Afortunadamente la prensa ha cambiado mucho y las prácticas actuales de los reporteros asfálticos son bastante dignas
Lo siento Aitana, pero es lo que hay. De la misma forma que te has beneficiado considerablemente de mostrar una parte de tu intimidad, no solo en OT, también con la promoción de la serie compartida con tu pareja, ahora debes asumir que tu vida tiene interés público. Y los medios, mientras no muestren nada que pueda comprometer tu seguridad, tienen todo el derecho del mundo a informar sobre tu persona. Total, el tema va a morir en cuatro días, creo que es soportable. No nos rasguemos tanto las vestiduras señores comentadores de las redes.
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