Marta Riesco, un títere cargado de una perversión e inmoralidad que estremece y que, poco a poco, va engordando al calor de espacios televisivos que no solo le amparan, sino que además aumentan su cuota de protagonismo.
Marta Riesco, la periodista y reportera reputada de 'El programa de Ana Rosa', que pasaba sin hacer apenas ruido y siempre fuera del foco mediático, ha mutado definitivamente en personaje y eso no hay Dios que lo cuestione. Y lo ha hecho por todo lo alto, a lo grande, como una auténtica kamikaze a quien parece no importarle tirar por el desfiladero esa carrera que ensalza cada vez que puede hasta la extenuación.
Ha implorado respeto en cada plató por el que ha desfilado con su irreprimibles aires de grandeza. También ha exigido que se le dé el beneficio de poder continuar desempeñando su trabajo con la misma normalidad que antes pese a estar en la diana por tener la pareja que tiene. Pero sarna con gusto no pica y, a pesar de transmitir esa imagen de chica cercada, desvalida y vilipendiada, es tan sumamente torpe que no posee la capacidad de disimular -como le gustaría- que está encantada con toda esta situación.
Los focos hacia su persona es lo que habría deseado desde que se inmiscuyó en la farándula que representa la televisión. Ha pasado de ser la comidilla entre bambalinas a un objeto de deseo en las tertulias de los programas para los que trabaja. La utilizan, la exprimen hasta decir basta, y aunque ella jure y perjure que no va a seguir entrando en tan fangosos pantanos, se sumerge hasta el fondo sin caer en la cuenta de las consecuencias que pueda acarrear.
Cumple al dedillo ese refrán de 'dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición'. Marta Riesco es el claro reflejo de la conversión, del sometimiento, del dejarse abducir, manipular y envenenar, utilizando las mismas execrables artes para hacerse notar en el medio. La joven ha acabado cayendo a los bajos fondos, siendo un títere manejado al antojo de una persona condenada al ostracismo y de cuyo nombre no quiero acordarme.
Una nueva obra cargada de una perversión e inmoralidad que estremece y que, poco a poco, va engordando al calor de los espacios televisivos que no solo le dan voz, sino que además aumentan su cuota de protagonismo. Hasta ahora, pudo despertar cierta gracia y divertimento ver cómo Riesco inmolaba su trayectoria periodística con una facilidad insospechada. Sus arrebatos, sus nada creíbles intervenciones y sus sistémicas incongruencias le convertían en el fiera del circo más codiciada.
Sin embargo, la línea entre realidad y fantasía es muy delgada y, que su mantra 'no tengas miedo' lo traslade y aplique a la vida real, es extremadamente peligroso. Lo que se pudo ver el viernes en el fracasado 'Ya son las ocho' rebasó toda previsión. Un episodio zafio e inadmisible probablemente para tratar de catapultar unas audiencias que están pidiendo a gritos que el programa sea fulminado de la parrilla a la voz de 'ya'.
Con la vergonzante complicidad de Sonsoles Ónega y su séquito de colaboradores, Marta cruzaba todos los límites posibles. Superó todo pronóstico verbalizando que había recibido una llamada telefónica de Rocío Carrasco y que, además, le había lanzado una propuesta laboral irrechazable. El shock fue instantáneo. Más todavía cuando interpretó que esa oferta tan ambiciosa podría ser participar en el nuevo concierto homenaje a Rocío Jurado que ha organizado en Sevilla para el 11 de mayo.
Cada detalle de su relato añadía más surrealismo e incluso cierta dosis de psicopatía. Quién en su sano juicio iba a querer contar con ella para cantar en un evento con artistas consagradas y de primer nivel. Y sobre todo, cómo ha sido Marta Riesco tan osada de fraguar y hacer pública tan espeluznante farsa que solo cabe en una mente retorcida, diabólica y depravada. Se escapa al entendimiento humano.
Del mismo modo que cuesta encontrar una explicación al por qué de algo orquestado por quienes todos sabemos. Lo que sí está meridiano es que la finalidad de todo ello no es otra que la de infligir más daño a Rocío Carrasco justo cuando se encuentra en su mejor momento y más sanada del calvario que ha atravesado durante años. Una jugada tan sucia como su catadura moral para desacreditarle y colocarle en una posición controvertida de cara al público que no le pertenece.
Todo bajo el amparo de un programa dura y merecidamente señalado, que ha manchado su ya cuestionable imagen irremediablemente y que se ha denostado solito por consentir que una mentira de esta envergadura alcance un rango que no debe y se dé por cierta sin ninguna base fidedigna. Mucho menos que ocupe minutos de cuota de pantalla y cuente con el pábulo de atesorados rostros como Sonsoles con el único fin de arañar unas décimas de share a costa de pasar por encima de otros sin ley.
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