La octava concursante expulsada de ‘Supervivientes 2018’ aterrizó en el plató para analizar su paso por el concurso y someterse a una tensa entrevista.
Cuando encara su recta final, la decimotercera gala del reality más extremo de la televisión estuvo cargada de emociones. Pero no solo tuvieron su espacio las despedidas, también se produjo uno de los momentos más tensos a la par que esperados: la llegada de María Jesús Ruíz al plató.
La expectación entre los espectadores era máxima y no precisamente por abordar su paso por la isla. Es innegable que se ha entregado en cuerpo y alma, regalándonos escenas surrealistas y disparatadas dignas de un programa de telerrealidad como este. Sin embargo, elogios a parte, lo que anoche interesaba era el reencuentro entre la jiennense y su futuro prometido Julio Ruz. Llegaba el ansiado instante de poner los pies en la tierra a la exconcursante y situarla en una realidad mucho más cruda que la que ha vivido en Honduras.
Y es que, durante su estancia en los Cayos Cochinos, mientras se moría de hambre y se derrumbaba por su familia, su pareja se lo pasaba bastante bien en las fiestas a las que acudía junto a otros defensores cada vez que terminaba una gala de ‘Supervivientes’. Al parecer, según han recogido otros espacios de la cadena como Sálvame, el empresario se vio envuelto en conversaciones muy subidas de tono con chicas jóvenes en salas de fiesta e incluso en algún que otro escarceo.
No obstante, después del visionado de ese vídeo demoledor, María Jesús admitió estar pasando por un mal trago después de venir aturdida de la aventura y de tantas horas de vuelo, pero no le dio, para sorpresa de muchos, mucha más importancia. La de Andújar explicó que quiere ser prudente y ver detenidamente todo lo que se ha dicho. "Yo te amo incondicionalmente y sabes que te entrego mi vida. Yo confío en ti sobre todas las cosas, y también sé que hay una mano ejecutora muy mala que hace mucho daño a nuestra pareja", añadió muy tajante.
Por lo demás, la robinsona trató de quitar hierro al asunto con cierta ironía, corriendo un tupido velo y haciendo alusión a sus mayores desafíos como el hambre o la falta de higiene. Aunque la aventura, pese a que no era del agrado de su madre, quien le llegó a retirar incluso la palabra, ha sido muy gratificante.
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