ANÁLISIS DE AUDIENCIAS | Semana del 11 al 17 de diciembre de 2017
Decir adiós en televisión es cerrar una puerta que nunca sabes cuándo volverá a abrirse. Hay quien se va unos meses o quien resucita al cabo de unos años, pero también los hay que se fueron para no volver nunca jamás a nuestras pantallas.
El jueves cerró la edición menos vista de ‘Gran Hermano’ con una declaración de intenciones: este año no se realizó el tradicional apagón de las luces de la casa. El reality volverá, no sabemos cuándo ni cómo, pero lo hará. El voyerismo es algo intrínseco en el ser humano; por muchos años que pasen, la curiosidad que genera observar la convivencia entre individuos encerrados en un espacio permanecerá intacta en los anhelos del espectador. De la misma forma que existen los bancos de los parques para ver la vida pasar, encender el televisor y ver ‘Gran Hermano’ termina saciando la misma necesidad. Está claro que este año el público se agotó, se aburrió o simplemente no conectó con uno de los formatos más longevos de la televisión en España. Dieciocho ediciones de forma ininterrumpida que tendrán seguro su punto de inflexión en el cierre de esta última temporada, con su final menos vista al promediar un escueto 15% de share. Ahora viene lo complicado, intentar explicar las causas del fracaso (a medias) de esta última edición:
¿El formato está quemado? Sí y no. No puede estar quemado algo que lleva 18 temporadas de éxito continuado en televisión. Uno puede agotar con cuatro o cinco temporadas a sus espaldas, pero con tantos años en la maleta ya hace tiempo que sobrepasaron las probabilidades de fuego. La gente no dejó de verlo por agotamiento sino por falta de interés, lo intentaron pero no se engancharon. No está quemado pero está desfasado. Los tiempos cambian, y aunque se mantenga la esencia, la trama requiere de nuevos giros y el envoltorio debe adaptarse a las nuevas tecnologías.
¿Tiene la culpa Jorge Javier Vázquez? Seguramente no. El presentador se mostró mucho más desenvuelto y mordaz que en la anterior temporada. Sí que es verdad que los malos datos de audiencia fueron mermando su energía, pero puso buena cara e intentó levantar un formato que languidecía en la parrilla.
¿El contexto social y el nuevo mapa televisivo repercutieron en los datos? Rotundamente sí. Los resultados de antaño de las cadenas clásicas ya no son lo que eran. Nuevos sistema de medición de audiencias, canales que se reproducen como setas, cadenas de pago extendiéndose por todos los hogares… A todo ello tampoco ayudó el conflicto catalán que vivió algunas de sus jornadas más virulentas coincidiendo con la emisión de ‘Gran Hermano’, con el incremento de audiencia que esto supuso para dos de sus competidores: LaSexta y TV3 en Catalunya.
La gran beneficiada del escaso interés suscitado por la última edición de ‘Gran Hermano’ fue ‘Estoy vivo’. La serie de Globomedia finalizaba el pasado jueves su primera temporada ante un correcto 14,7% de share. Todo hace pensar que tendremos nuevas entregas pero la cadena todavía no ha confirmado la segunda tanda de capítulos. La serie supo encontrar el equilibrio entre el costumbrismo familiar español y la ciencia ficción, aunque este segundo género hiciese chirriar la trama en algunas ocasiones. Los coqueteos con el universo paranormal quedaron bien resueltos gracias a un elenco de actores que consiguieron dar credibilidad a unos efectos especiales de pandereta. Tener a Anna Castillo entre sus filas fue uno de los grandes privilegios de los que pudo disfrutar la audiencia. La actriz candidata al Goya roza la perfección interpretativa, con una naturalidad apabullante y una mirada idónea para evocar sentimientos. Si a esto le sumamos el talento de Javier Gutiérrez y el gran trabajo de muchos de sus secundarios, la ficción contó con el reparto perfecto para darle vida a unos guiones pensados para contentar a toda la familia.
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