EL PORQUÉ DE LAS COSAS CATÓDICAS | Por Jesús Carmona.
Todos los días, cuando desgrano las audiencias de los diferentes canales de televisión y de sus programas, perfilo con mayor puntería una teoría: más vale mantenerse en una media de share acomodada en lo estable que no hacer detonar los audímetros. Me creo más lo sólido por lo discreto y constante que aquello estruendoso pero que rascando se queda en un fogueo hasta ridículo.
Y no sé por qué, vete a saber, esta reflexión me evoca a Teresa Campos y su famosa descarga en Antena 3, cuando le dijo, aparte de gilipollas a Paolo Vasile: “Porque esta cadena va poco a poco, pero va. Ganando puntos y la tuya ha perdido siete...” Claro que en su retorno, la pobre, tuvo que untarse la sinceridad, maquillarse el alma y subirse al circo de las vanidades y del éxito.
TVE y Telecinco son un claro ejemplo de dos formas opuestas de asumir lo que se es y de manejar con mayor o peor tino el timón de la coherencia televisiva por tres décimas de más o de menos. TVE, aquel ente de todos, el que sufragamos con nuestros impuestos, mantiene una actitud serena, la que otorga saberse con escasos potenciales y la que se reduce de una batalla perdida.
La cadena lleva despeñándose bastante tiempo desde que la tijera desinfló el presupuesto anual y desde que los rumores de manipulación pululan no sin hilo conductor y motivos. Ya no sólo encanecía de preocupación a TVE el asunto de los informativos, sino que el espacio matutino encabezado por Mariló Montero fue y es asunto de debate urgente y desesperado. La navarra se ha batido el cobre porque su Mañana reflotara, resplandeciera y se igualara a las privadas, pero para casi todos la reinserción de contenidos se trató de un lavado superfluo y endeble.
Estos días han vuelto a cargarse las tintas contra lo que parece que es un disenso más profundo entre Mariló y los directivos de su espacio matinal. Fuentes de la redacción de su programa advierten que Montero no aprueba el nuevo enfoque temático y de estructura que se estudia para la nueva temporada. Y esto ha provocado una confrontación directa entre la presentadora y Paolo Nocetti y María Santías. Hasta ahí me lo creo todo, sobre todo porque no es, ni mucho menos, la primera bronca que se protagoniza en Prado del Rey. Mariló desde el comienzo ha supervisado hasta la última coma de todo cuanto se emite y nunca ha dudado en mostrar su opinión a calzón quitado y sin vaselina. Me extrañaría mucho que no renovara una nueva temporada. Lo hará, estoy convencido de que así será. Y no porque le encante el programa que hace, ni porque considere que TVE hace la mejor mañana, sino porque es una mujer inteligente, que sabe dónde está en estos momentos y le aporta serenidad y sosiego a este tipo de decisiones. Montero sabe que en estos momentos ninguna cadena privada la querría en su presentación matutina, porque ya está todo ocupado. Y eso la frena, ante todo nunca dejaría ni de presentar, ni las mañanas. Tragará, comulgará con ruedas de molino con el cartón piedra.
Un acartonamiento que, según los balances que comienzan a realizarse ahora que agosto toca a su ecuador, Teresa Viejo ha defendido con notable y sobresaliente nota.
Viejo ha conseguido algo muy complicado en tiempos de desbandada de público, y es saber mantenerse en un dato igual de discreto que digno. Ha sabido apuntalar una audiencia que, si bien es pobre y necesita mejorar, parece mostrarse menos esquiva que para otros grupos audiovisuales privados, acostumbrados a caviar audimétrico. Telecinco, sin ir más lejos, ha descendido en todos sus programas de media y la audiencia de algunos en concreto, como Pasaporte a la isla, sangra peligrosamente cada semana y abofetea la dignidad de una cadena que se enarbola de ser líder en entretenimiento y manejar el cotarro de los realities. Toda esta realidad me hace reflexionar sobre el hecho de que Mariló Montero -y por extensión los capos de TVE- deben de estar enjabonándose de gloria y salivando de gozo momentáneo. No todos los días se divisa en el horizonte pedregoso y árido una igualdad de share tan ‘simétrica’.
Pero bueno, dejemos la demagogia aparte, y digamos la verdad: esto no dejan de ser días malos como los que tenemos todos, y el verano se va y vuelve el otoño y la artillería pesada. Y las audiencias haciendo colapsar la frontera del 30% de cuota de pantalla. Pero, mientras tanto, diré, como el anuncio de Aquarius, que el verano hace buena a Mariló Montero.
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