ANÁLISIS | Semana del 25 de abril al 1 de mayo de 2022
Si hay una productora audiovisual que sacudido el periodismo televisivo en la última década esta es ‘Producciones del Barrio’, de Jordi Évole. Por su capacidad de generar titulares, de dar trascendencia social a una programa de televisión y de marcar en ciertos momentos la agenda política. Contenido ha ido más allá de la habitual guerra de trincheras para profundizar de lleno en las costuras de un país. Suyos son algunos de los momentos más célebres de la historia de La Sexta, una cadena que no se entiende sin el sello del comunicador catalán.
Supongo que por ello las expectativas con 'Encuentros inesperados' eran altas. Después de ‘Salvados’, ‘Lo de Évole’ o de incluso esas señoras andaluzas que decidieron venir de visita a Catalunya cuando “el procés” devoraba la agenda informativa, presuponíamos que algo que llevaba la factura de ‘Producciones del Barrio’ iba a seguir la misma estela. Y nada más lejos de la realidad. Nos hemos quedados planchados desde el primer día, y ese desencanto ha ido en aumento a medida que avanzaba la temporada.
Entiendo que no siempre hace falta ponerse trascendental y que con ‘Encuentros inesperados’ Évole y compañía pretendían ofrecer algo más liviano. Pero entre la ligereza y la más absoluta intrascendencia, hay un trecho. Supongo que ni la propia productora confiaba demasiado en el producto cuando el programa llegó casi sin hacer ruido. De primeras el formato podía llamar la atención; el planteamiento, cuando menos, resultaba apetecible. Pero como pasa en muchas ocasiones en televisión, las expectativas fueron la antesala de la decepción.
Reunir a Oriol Junqueras y a Mario Vaquerizo en un primer programa era un gran cebo, pero lejos de producirse un choque de universos del que terminar sacando algunas conclusiones, se apostó por reducirlos a meros ponentes en una conferencia de vermut sobre teología. Y así con todos los que han ido desfilando por ahí. Por muy inesperados que sean los encuentros nada tienen de interesantes cuando se convierten en una conversación de ascensor. Da un poco igual que hablen de feminismo o de bonsáis, el diálogo no tienen ningún fin más allá del hablar por hablar. Y el espectador se va a dormir con la más absoluta sensación de vacío, nada queda de aquello que acaba de ver hace 5 minutos.
‘Encuentros inesperados’ es un espacio para la charlatanería, no para la confrontación de ideas o para ponentes que se interpelan. Ahí cada uno expone su teoría de barra de bar, se sonríen amablemente mientras se llenan el buche de cerveza y nadie es capaz de repreguntar nada porque probablemente le importa una mierda la opinión del que tiene sentado enfrente. Se quedan en la superficie más absoluta ya que nadie se atreve a adentrarse en las aristas donde puede surgir el conflicto.
Los invitados nunca van a bajar al barro si la elección de oponentes y temas se la tare al pairo, o si la maestra de ceremonias no se encarga de meter los dedos. Ahí es donde falla por completo Mamen Mendizábal, una anfitriona más preocupada en organizar dinámicas de grupo que en profundizar en los argumentos de sus invitados. Ahí está ella, creando grupos de whatsapp para darle un toque “moderno” al programa sin que esto sume absolutamente nada a la experiencia de los invitados. Lo máximo que se atreve es a pinchar un video en un triste móvil, que ni se ve bien, mientras los comensales ponen cara de póquer.
Más allá de lo expuesto, viendo los datos de audiencia, se puede afirmar que ‘Encuentros inesperados’ es uno de los grandes blufs de la temporada. El pasado jueves se conformaba con un mísero 2,6% de share y menos de 400.000 espectadores. Registros sobre los que no hace falta añadir mucho más para valorar el paso del formato. Con todo, la absoluta confianza con ‘Producciones del Barrio’ sigue intacta. Toda empresa tiene sus manchas negras y su legado en el sector televisivo va mucho más allá de un pequeño tropiezo en el camino.
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