ANÁLISIS | Semana del 26 de octubre al 1 de noviembre de 2020
Una sociedad madura es aquella capaz de cuestionarse y replantearse muchos de los mantras que la han sustentado a lo largo de su historia. Siempre es mejor poner en duda aquello que nos rodea que no dar por sentado que todo funciona a la perfección.
La cultura tiene la capacidad de cuestionar las estructuras de un estado. En España parece que hay estamentos intocables, o por lo menos, así ha sido hasta la fecha. La policía, como todos los sectores profesionales de este mundo, también tiene su cara B, y los medios de comunicación tienen el deber de mostrarla. Estamos acostumbrados a cierto endiosamiento por parte de la televisión de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Por el simple hecho de ejercer dicha profesión ya se les presupone una bondad intrínseca y un sentido del deber imperturbable. Pero son humanos, y como tales, también los hay descarriados.
España es un país cobarde a la hora de mirarse en el espejo. Por primera vez una serie de televisión se atreve a desnudar las capas de algodones que han cubierto durante años la imagen pública de la policía nacional. ‘Antidisturbios’ de Movistar+ es un ejercicio crítico, es la de desmitificación del héroe a través de la humanización del personaje. El objetivo no es dañar la imagen del cuerpo, sino más bien de reflejar las múltiples personalidades que lo forman, con todas sus contradicciones. No se trata de crucificarlos ni de santificarlos, como se había hecho hasta ahora, la serie nos da la oportunidad de conocerlos con todos sus grises.
La serie de Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña parte de la podredumbre de nuestras instituciones para crear un relato frenético desde el minuto uno. Un ritmo endiablado acompaña a sus personajes en cada uno de los 6 capítulos. La serie no entiende de rellenos, nada en ella está por estar; cada escena, cada mirada y cada palabra están justificadas. ‘Antidisturbios’ es la reivindicación de un género muchas veces acomplejado por mirar siempre al extranjero, es un golpe en la mesa por si todavía quedaba algún hater del thriller made in spain.
El elenco es un deleite interpretativo tanto a nivel individual como en su trabajo de grupo. Una ejecución actoral que va más allá de la capa superficial de sus personajes para entrar en los recovecos de unas personalidades nada dadas a la transparencia. Caminan con maestría de la testosterona explosiva a la vulnerabilidad más contenida. Desde Patrick Criado comiéndose un chicle a un aullido de Roberto Álamo, cada uno de los actores parece vivir en su personaje.
Y bueno, de lo Vicky Luengo ya es de otro plantea. La actriz catalana, como contrapunto a tanto macho alfa, se desenvuelve por cada escena con una interpretación apabullante. Nada en ella está impostado. Sus ojos se comen de tal manera la pantalla que se convierte en dueña y señora de la función por mucho ruido que haya a su alrededor. El espectador vive en ella y ella inocula a la audiencia cada una de sus vivencias. No se la pierdan!
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