ANÁLISIS | Semana del 1 al 7 de marzo de 2021
Los detractores de los Goya, y de lo que representan, han saboreado con gusto la bajada de audiencia de la gala celebrada este año en Málaga.
El cine es una arma valiosísima contra la intolerancia. En sus salas, aprendemos a ponernos en la piel de aquellas historias que nos parecen tan lejanas, pero que a veces tenemos a la vuelta de la esquina. Son muchas las voces invisibles que encuentran en la gran pantalla un altavoz para acercarse al mundo. Mensajes a través del séptimo arte que dan voz a los excluidos, a la vez que enriquecen las cabezas de los espectadores. El cine español es un ejercicio de empatía, una escuela para dar valor a la diferencia. Por todo esto, por lo que representa, son muchos a los que le gustaría ver desparecer esta grieta que corroe el pensamiento único.
Los que no pisan un cine en todo el año estaban esperando cualquier traspiés de los Goya para resaltar con grandes titulares su bajada de audiencia. Y así ha sido, la gala emitida en TVE se conformaba este año con un 15,6% de share y los carroñeros se han apresurado a destacarlo como un hundimiento nacional. Como en un periódico deportivo, dirigido por hombres que probablemente solo ven películas de Marvel, que resume la audiencia de la gala como un batacazo. Y aunque sea cierto que la gala capitaneada por Antonio Banderas ha reducido considerablemente su audiencia, no es nada desdeñable el buen número de feligreses que reunió y que le hicieron liderar la noche.
Más de dos millones de espectadores vieron la gala de los Goya 2021. Y tiene su mérito, ya que era una gala pensada para amantes del cine y no para señores que pasaban por ahí para ver modelitos. Primó la sobriedad por encima de los fuegos artificiales. Por ello, tienen mucho más valor estos dos millones de amantes del cine pendientes de una gala que reivindica aquello que estiman que no cuatro millones de borregos esperando ver ‘El club de la comedia’ sobre hielo. Es la gala que estos tiempos requieren, no es momento para grandes algarabías sino de dar valor a un sector que sobrevive prácticamente de la buena voluntad.
Una ceremonia emotiva, orgullosa y bien ejecutada pese al gran reto tecnológico que suponían todas las conexiones. Una gala ideada para reivindicar el cine español, tan necesitado de público en el año que dejamos atrás, y para recompensar a todos aquellos que en mayor o menor medida lo han apoyado en los últimos meses. Un sector que necesita un escaparate como el de ayer para reivindicarse y mandar un mensaje de alerta a la sociedad.
Con un Antonio Banderas implicado emocional y profesionalmente, llegando a solicitar a grandes nombres del celuloide internacional su apoyo al cine español; a veces parce que si no vienen de fuera no somos capaces de darle valor a lo nuestro. Actuaciones musicales afinadas en cada nota, discursos breves pero especialmente emotivos y una primera remesa de repartidores de premios que simbolizan el verdadero orgullo español. Con todo, me quedo con la frase de Ángela Molina dicha con toda la elegancia que la caracteriza, y a la vez cargada de la reivindicación que estos días necesitan: “Quizás, tal vez, la vida se parezca al cine. No se disfruta sin los demás".
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