Por Jesús Carmona.
El porqué de las cosas catódicas.
Muy pocas personas quisieron hablar con ellas, sobre todo tanto rato y de contenidos tan ‘salvamizados’. ‘Hable con ellas’ retornó a la parrilla veraniega de Telecinco con un pinchazo audimétrico que sentará cátedra: 11,1% de cuota de pantalla y poco más de un millón de espectadores. Se podría colegir semejante ostión por la decisión de llevar el espacio a prime time en vez de mantenerlo relegado y algodonado en una franja más discreta. No obstante, hay factores más prioritarios, como por ejemplo el contenido y la línea editorial.
Cuando sintonicé Telecinco no supe realmente lo que estaba viendo, aquello era un despiporre, un desfase, un batiburrillo dramatúrgico. Dramas y comedias, como la canción de Fangoria. Por un lado, el desgarro de Alba Carrillo por su divorcio de Feliciano López, y por otro lado la felicidad plena de Rocío Carrasco ante su inminente boda. Y entre medias, Lara Álvarez contando no sé muy bien qué sobre 'Supervivientes'. Por un segundo pensé que estaba viendo ‘Sálvame Deluxe’. ‘Hable con ellas’ ha dado tantos virajes, tantos quiebros, tantos cambios en sus presentadoras que ha perdido no sólo el ritmo sino el sentido, y el común también. Es un espacio loco, barato, y en tierra de nadie.
Lo mismo se sientan todas ellas con sus cruces de piernas a punto del suicidio muscular para departir sobre la boda de Rocío Carrasco, que se amontonan en pijama sobre una cama para hablar del desamor de Alba. Y para terminar de troncharse, esta verbena televisada la condujo Sandra Barneda, de la mano amorosa de Rocío Carrasco. Dos perfiles de mujeres que se encuentran en la antípoda de lo díscolo y que se las ve engolando e igual de oxidadas que Anne Igartiburu en su ring de boxeo con Mariló Montero. Políticamente correctas en un universo zafio, cuasi obsceno, descuidado y low cost, muy low cost. La incoherencia hecha carne y televisión.
No sabría deciros qué me despertaba más pena y bochorno si ver a estas dos haciéndose las modernas –para que se hagan una idea es como si Terelu Campos hablara de posturas sexuales y de su relación con Pipi Estrada en ‘Qué tiempo tan feliz’- o escuchar los glosarios y las preguntas presumiblemente picantonas de un ser llamado Soledad León. Un ser humano desterrado de Cataluña y que no se sabe muy bien quién lo ha calzado en Mediaset, pero cuya labor tiene más mérito que Silvia Jato haciendo un 15 por ciento en la mañana.
Pensándolo bien, ahora comprendo el porqué no aceptó la propuesta Mariló Montero. En cuanto se le explicara en qué iba a consistir el percal y cómo se iban a desarrollar las escenas lacrimógenas y las felicidades de plástico, alegó que mejor se quedaba entre tiroteos en Dallas con su hija.
Según me dicen, a todo el mundo le sorprendió sobremanera el anuncio por parte de Mediaset de quitarle el polvo a un formato maltratado, al que siempre castigaron sin avisar y que se fue por la puerta del servicio varias veces. Sin embargo, la parrilla de Telecinco este verano se quedaba descolgada y había que rellenar con algo baratucho, no es cuestión de emitir muchos pases de cine. Pero han dado en hueso y ahora tendrán que reunirse para ver el giro que le dan a aquello. Lo que sí me aseguran que les ha salido redondo es la munición con la que van a disponer el resto de programas de la cadena. Ya saben, retroalimentación. Un buen instrumento vehicular para desflorar a Alba Carrillo, a la que sus compañeras llegaron a tildar de ‘starfucker’.
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