Pasión por la tele | La televisión inteligente

Nací
en los 80. Crecí con una televisión que quería ser inteligente, libre,
creativa y traviesa. Y que quería una audiencia inteligente, libre,
creativa y traviesa. Que quería romper con lo preestablecido. Que quería
ilusionar. Que quería imaginar. Que quería un país mejor. Era la
televisión en la que podía pasar (casi) todo. Era la televisión que nos
hizo querer tanto la televisión. Era la televisión que (a algunos)
incluso nos llevó a trabajar dentro de ella con un intensidad que, a
veces, hasta nos sobrepasa.

La televisión ha cambiado mucho en
estas últimas tres décadas. Ahora ya no sólo se ve por la tele, avanza
hacia una interactividad vertiginosa, pero nunca cambiará su esencia:
contar historias. Contar historias con mirada propia. Y esa mirada
propia es clave para construir la programación ideal de cualquier
cadena.

Porque la mejor cadena de televisión es la que conecta
con la complicidad de la audiencia a través de la personalidad propia,
la honestidad y el riesgo. De esas decisiones valientes que tratan al
público con la inteligencia que merece. Sea con programas informativos,
series familiares o programas de supervivencia en islas desiertas.

Islas
desiertas a las que yo me llevaría una televisión con vídeo UHF. Sí,
vídeo UHF. Para que en la soledad, poder seguir aprendiendo del valioso
archivo de nuestra televisión. Para seguir aprendiendo de la
efervescente televisión que nos parió. No es nostalgia. Es simplemente
para seguir creyendo en las ideas más allá del mercantilismo. Para
seguir imaginando.