La crítica de la semana: Seducidos por el mal

La crítica de la semana: Seducidos por el mal

ANÁLISIS DE AUDIENCIAS | Semana del 7 al 13 de octubre de 2019

Esta semana dos villanos de manual se convertían en los grandes triunfadores de la parrilla televisiva. Por más rechazo que produzca, la maldad sigue siendo uno de los grandes cebos para atraer a la audiencia.

Ocho millones de espectadores estaban frente al televisor el jueves por la noche, una hostia de realidad para todos aquellos que desde hace años pronostican el fin de la pequeña pantalla. Cuando se genera un acontecimiento y se pone en valor importancia de verlo al momento, la televisión cuenta con un poder muy superior al del resto de medios para congregar a las masas.  

Por muy deleznables que sean los seres que reventaron audímetros el jueves por la noche, su capacidad de atracción es innegable. Nada tiene que ver la actitud reprobable de Kiko Jiménez con la maldad explícita de Santiago Abascal, pero en ambos casos el éxito de su paso por televisión se debe al rechazo que producen en el espectador. No pretendo igualar su capacidad de herir sensibilidades. Mientras uno es un simple jugador de reality que entretiene al público con sus fechorías, el otro es un aspirante a presidente de Gobierno que anhela un Estado fascista.

El jueves por la noche todos los ojos estaban puestos en la visita de Santiago Abascal al nido de hormigas de Antena 3. Se organizó hasta un boicot a través de las redes, que quizás fue contraproducente al alimentar todavía más la expectación, pero que también sirvió para alertar de la necesidad de no normalizar los mensajes que se podían difundir en dicha entrevista. Cuando VOX abre la boca no es un simple debate entre opiniones discordantes, estamos hablando de consignas que atentan contra los derechos humanos.

Dicho lo anterior, de nada sirve ocultar una realidad que ya forma parte de nuestro sistema político. No podemos ser como niños que se tapan los ojos cuando aparece el monstruo en su habitación. Debemos mirarle de frente y combatir su ignorancia con argumentos. Algo que, por cierto, Pablo Motos no supo hacer. Le puedo comprar la teoría de invitar a todos los candidatos a la presidencia de España, pero o sabes afrontar una entrevista con contenido tan sensible o dedícate a los juegos infantiles que realizas habitualmente en tu programa.

Era tal la presión a la que se vio sometido Motos antes de la entrevista que el miedo se apoderó del él hasta perder toda su personalidad como comunicador. Fue tal el temor a la lapidación tuitera que modificó el formato, bajo el tono y por una noche pretendió ser un buen entrevistador. Pero en eso se quedó, en alguien que se aprendió cuatro datos pero al que solo se le ocurrió cambiar de tema cuando el homófobo le dijo que una pareja gay no tiene los mismos derechos para la adopción. Con todo, ‘El Hormiguero’ y el mal vencieron al congregar a más de 4 millones de espectadores frente al televisor.

Con el paso de los años los espectadores españoles han sucumbido al poder del mal, si antes se premiaban las actitudes bondadosas y los concursantes que huían del conflicto, ahora prima el espectáculo más allá de las buenas intenciones de los individuos.  En el caso de Kiko Jiménez no fue suficiente para salvarse de la expulsión en ‘GH VIP’, pero en su paso por el reality será recordado como uno de los pocos habitantes que se ganó  el sueldo en esta edición.

El éxito de este ‘Gran Hermano’ vuelve a ser total y transversal, tres noches a la semana superando con creces el 20% de share no está al alcance de nadie, con permiso de ‘Supervivientes’.  Este jueves la gala se enfilaba hasta un estratosférico 35,6% de cuota de pantalla con la salida de su concursante más maquiavélico. Un ser machista y engreído que priorizó el espectáculo televisivo antes que su imagen pública, a sabiendas que los buenos quizás van al cielo pero tienen muy poco recorrido por los platós de Mediaset.  

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