Crítica de la semana: El horror no necesita detalles

Crítica de la semana: El horror no necesita detalles

ANÁLISIS | Semana del 7 al 13 de junio de 2021

Si se tienen en cuenta ciertas líneas rojas, todo puede tratarse en televisión. Los márgenes sobre los que navega la información de sucesos no deberían ser otros que el respeto y la sensibilidad. Ponerse el lugar del otro no es tan difícil, entender hasta qué punto la información puede herir a la víctima y a su entorno debería ser el punto de partida de todo comunicador. Y más, cuando el dolor es tan grande como en el caso de Anna y Olivia.

No todo lo que emite la pequeña pantalla es bonito y edificante, y no por ello debe ser reprobable. Aunque más allá del morbo, al informar de ciertos sucesos con propiedad, también se tambalean ciertas estructuras que hacen que salgan a la luz las deficiencias del sistema. Vivir en un mundo condicionado por un régimen patriarcal tiene sus consecuencias, y una de ellas es la violencia machista.

Un hombre que mata a sus hijas para hacer daño a su mujer debe catalogarse como un infanticidio, pero también como un crimen machista. Algo hemos mejorado cuando la mayoría de medios masivos incluyen estos días en sus titulares la palabra machista. Todavía queda infinito trabajo por hacer hasta que esta lacra y el sistema en el que se ampara desaparezcan de nuestra sociedad, pero que los medios llamen a las cosas por su nombre es una buena forma de empezar a remover conciencias.

Más allá de informar con la terminología adecuada, la televisión también debe procurar por el bienestar de las víctimas. Una cosa es abordar un suceso, que naturalmente tiene interés mediático, y otra es especiar la noticia con extra de especulación. Complementar la información con datos que poco o nada aportan a la investigación: testimonios superfluos, pruebas de dudosa credibilidad y periodistas de ego desbordante que pasan por delante de las víctimas.

En estos casos, siempre es mejor ahorrarse los detalles. Es tremendamente innecesario ver el traslado de un cuerpo, nada aporta, y menos titularlo como una exclusiva. De momento sabemos que una niña ha sido asesinada en Canarias, y más allá de los detalles que puede aportar toda investigación y de los que puede informar la televisión, el resto son meras especulaciones.

No descubro nada nuevo al decir que el morbo atrae al espectador. El especial de ‘Horizonte’ abordando el caso de Tenerife se disparaba hasta un 12,3 % de share y la mañana siguiente ‘El Programa de AR’ o ‘Ya es mediodía’ registraron récords de audiencia. Sería preferible que Iker Jiménez siguiera jugando a los marcianitos o que Ana Rosa Quintana se dedicara a la novela por encargo, pero es lo que hay, y ellos no son los únicos culpables de sus contenidos televisivos. Todos debemos asumir nuestra parte de responsabilidad, como espectadores y como sociedad.

El morbo o la preocupación mueven a la audiencia y los medios necesitan alimentar esta demanda con nuevas informaciones para seguir estirando el chicle. Pero hay líneas que nunca se deben cruzar ni escabrosidades a las que uno se puede prestar. Se puede informar de todo manteniendo a raya ciertos criterios éticos y estéticos. No es fácil definir la moral correcta, no la hay, pero la noticia debe pivotar siempre sobre el respeto y la sensibilidad.

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