Sálvame (Telecinco): Una década salvando el verano

La crítica de la semana: Una década salvando el verano

ANÁLISIS DE AUDIENCIAS| Semana del 19 al 25 de agosto de 2019

En este agosto de tedio televisivo infinito los juglares de Telecinco son los únicos que han dado vida a la pequeña pantalla.

Sálvame’ debería ser eterno, y nada hace presagiar lo contrario. Su versión naranja aparece cada día entre los diez programas más vistos, y ya acumula más de cien meses liderando su franja. El programa presentado por Carlota Corredera y tantos otros, demuestra un verano más, y ya van diez, su reinado incontestable en las tardes televisivas. Estos datos tan fáciles de escribir pero casi inalcanzables para cualquier formato, representan el balón de oxígeno al que se agarra Telecinco cada verano para salvar los muebles. Sin ir más lejos, este viernes, con Nuria Marin al frente, alcanzaban un excelente 18,5% de share. Ni series americanas que no conoce nadie, ni eventos deportivos, ni espacios informativos… el mejor baluarte de la cadena es ‘Sálvame’.

No solo la audiencia televisiva recompensa la brillantez de ‘Sálvame’, las redes sociales son cada día un hervidero de videos y memes relacionados con el formato. Una producción ingente de horas de televisión en directo que encuentra en Twitter y sus habitantes el mejor aliado para difundir su contenido. Reacciones de Belén Esteban, lágrimas de Lydia Lozano o bailes de María Patiño ocupan cada día su espacio dentro de las redes sociales. El impacto social va más allá del consumo televisivo clásico, no es un programa que solo vean las abuelas como se llenan la boca algunos para ningunearlo.  La repercusión es transgeneracional, un indicador que alienta su viabilidad futura.

Son ya 10 años llenando horas y horas de televisión con un presupuesto bastante menor al de sus competidores directos. Esto demuestra que se tira mucho más de ingenio que de chequera. Mentes pensantes que mueven muy bien las piezas y peones que reman siempre a favor de obra, probablemente por no tener otro espacio televisivo en el que poder encajar, no me imagino a Lydia Lozano presentando ‘Pasapalabra’ ni a Kiko Hernández comentado una investidura fallida en una tertulia con Ferreras.  

Los colaboradores ofrecen cada día 4 horas de su vida a la audiencia, y esta entrega total y absoluta hace del programa un formato vivo.  El valor más preciado de ‘Sálvame’ es esa sensación de imprevisibilidad que te acompaña durante toda la tarde, ese intríngulis de no saber nunca hacia dónde puede derivar su trama hiperrealista. La falta de corsé propicia que el espectáculo sobrepase los límites del plató para continuar en los pasillos o en los lavabos de Telecinco.

Es tanta su verdad que el espectador lo agradece, ya sea como consumidor crédulo de todo lo que acontece o como amante del circo. Las miserias humanas se dan la mano con el surrealismo para ofrecer cada tarde una historia diferente. En relato que mantiene la tensión en alto durante sus cuatro horas, dando la posibilidad al consumidor de cambiar la mirilla de la puerta de su casa por el televisor. Y es que al final ‘Sálvame’ es eso, la reunión de vecinos con las sillas plegables en la acera para tomar el fresco. ‘Sálvame’ es lo que somos con un poco de ajo y perejil, el justo para no dejar de traspirar verdad. Somos grito, llanto y gozo, y esto es lo que vemos cada tarde.

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