La crítica de la semana: Maestros de la impostura

ANÁLISIS DE AUDIENCIAS | Semana del 14 al 20 de enero de 2019

Poco importa la verdad o la mentira si el resultado final es apreciado por el espectador. En este juego de realidades llamado televisión, la impostura fue esta semana el telón de Aquiles de una ficción nacional pero también la mejor virtud de un talent show.

La oleada de estrenos televisivos del mes de enero vivió una nueva jornada de duelo entre cadenas el pasado miércoles. Llegaron las segundas partes de dos de las ofertas de entretenimiento con mejor aceptación del año anterior, pero lamentablemente su aterrizaje en 2019 no gozó del beneplácito de la audiencia. Por un lado en TVE se estrenó ‘Maestros de la costura’, el talent show de modistos que reproduce exactamente los mismos patrones que ‘Masterchef’. Si la primera edición tuvo cierto interés por el efecto sorpresa y por ir pegada al resurgir de OT, en esta segunda tanda parece que los espectadores no esperaban con los brazos abiertos al concurso más bizarro de La1. El programa de Raquel Sánchez Silva tuvo que conformarse en su estreno con un escueto 12% de share. ‘Maestros de la costura’ no aporta ni un ápice de novedad respecto a la primera temporada, mismos perfiles de concursantes variopintos y repetición exacta de la mecánica dividida en tres fases inacabables. La historia mil veces contada no aporta nada nuevo en 2019, la productora del formato parece vivir en una zona de confort eterna en la que cualquier atisbo de novedad les produce urticaria.

Pero más allá de calcar esquemas hasta la saciedad y de una duración por capítulo soporífera, ‘Maestros de la costura’ mantiene viva su gran baza: hacer de la impostura su mejor virtud. Está todo tan sobrepasado de tono que es imposible no tomarse el concurso como una performance pintoresca del esnobismo que rodea al mundo de la moda. Colores llamativos a mansalva, Maria Escoté recitando el texto de memoria más sobreactuada que cualquier colegiala en fin de curso y un Palomo Spain que antes de soltar una de las frases que le han escrito esboza una media sonrisa a sabiendas que por su boca está a punto de salir una maldad de culebrón venezolano. En cuanto a  los concursantes, más que reproducir los arquetipos clásicos de la sociedad español parecen sacados de un videoclip de Fangoria. Nada es creíble pero no por ello el formato deja de ser consumible, sino todo lo contrario, esta hiperteatralización del mundo de los modistos es lo único apetecible del talent show de TVE. Esto y la gracia de Lorenzo Caprile para bordar el papel de pérfida malvada como líder del jurado de profesionales de la costura.

El miércoles también aterrizaron con mal pie ‘Los nuestros 2’, protagonizando el primer fracaso del año al promediar un paupérrimo 10,2% de share. Todavía quedan por emitir dos capítulos de la miniserie pero muy bien tendrían que ir las cosas para remontar el escaso interés que suscitó su estreno. Lo único salvable de la ficción de Telecinco son sus localizaciones y alguna de sus interpretaciones, el resto es un gran castillo de arena incapaz de maquillar sus licencias narrativas desde el minuto uno. Como si fuera una ficción americana, ‘Los nuestros 2’ embellece hasta el extremo la imperfección amputando cualquier destello de verdad en el carácter de sus personajes. Amantes de una noche que cuando hablan de los menesteres de la cama utilizan expresiones como ‘hacer el amor’ o militares tan políticamente correctos que parecen licenciados en filología y buenas costumbres. Es tarea complicada para el espectador sumergirse en una novela tan alejada de su día a día, con unos personajes que responden a patrones muy poco reconocibles en su entorno y en su imaginario televisivo. En esta ocasión la ficción devora la realidad, sin márgenes para la empatía de una audiencia que en el terreno de las series españolas no espera encontrar ni un resquicio de impostura.

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