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22 años del 'Grand Prix': El programa que marcó nuestra infancia

22 años del 'Grand Prix': El programa que marcó nuestra infancia

Un día como hoy, en 1995 se estrenaba 'El Grand Prix del verano' en TVE. 22 años han pasado, nada más y nada menos, y a pesar de que el concurso no se emite en el ente público desde hace 12 temporadas, millones de espectadores guardan un maravilloso recuerdo del formato veraniego por excelencia de la televisión.

El programa del abuelo y el niño, el programa que todos recordamos. El verano es sinónimo de calor, viajar, bucear, playa, helado, vacaciones y…¡el Grand Prix! Esas noches de calor veraniego eran mucho más llevaderas con este mítico programa. Ramón García, siempre bien acompañado por sus entrañables co-presentadoras y bailarinas, capitaneó el concurso durante 10 años, que se dice pronto.

La primera temporada del programa se llamó “Cuando calienta el sol” y el decorado estaba ambientado en un gran transatlántico. Era el pistoletazo de salida. La primera vez que veíamos un torneo entre pueblos de España. Ramontxu, vestido de patrón de barco, presentaba a su tripulación y arrancaba el formato dónde se enfrentarían 4 pueblos cada programa. Durante 10 semanas, 28 villas de menos de 5.000 habitantes se enfrentaron entre sí para conseguir el título de campeón de verano y repartirse 10 millones de las antiguas pesetas en premios.

A partir del siguiente año el programa realizó algunos cambios. El más importante, el propio nombre del formato, que pasó a ser “El Grand Prix del verano”. El decorado dejó de estar inspirado en un gran barco y pasó a estar ambientado en un pintoresco pueblo con su ayuntamiento, plaza de toros, jardines, la típica orquesta de fiesta mayor…en definitiva se le dio un aire más castizo. Un decorado con el que muchos espectadores podían sentirse más identificados. Otro cambio importante fue el número de pueblos que participaban en cada emisión que se redujo de 4 a 2.

En esta segunda temporada el concurso se consagró como un auténtico éxito de audiencia mejorando en 9.6 puntos de share y 717.000 espectadores la edición anterior. ¡Una barbaridad! De hecho, la de 1996 fue la edición más vista en toda su etapa en TVE.

El Grand Prix era un éxito garantizado verano tras verano. Sin ir más lejos en 2002, cuando ya habían pasado 7 años de su estreno, lejos de dar señales de agotamiento por parte de la audiencia, el concurso obtuvo una increíble media del 30.1% y más de 3 millones de espectadores.

El año de su despedida en 2005 obtuvo una más que correcta media del 19.2% de share. ¿Saben qué programas de la actual TVE llegan a esta cuota? La respuesta es fácil…ninguno.

Tal y como nos dijo Ramón García en la entrevista concedida al Televisero, la productora Veralia presenta cada año el Grand Prix a la dirección de RTVE pero desafortunadamente la cadena nunca lo ha aprobado.

Parece increíble que no hayan dado luz verde a un formato con una media histórica del 27.34% de share y 2.968.818 espectadores y en cambio aprobaran, por ejemplo, “El pueblo más divertido de España”, en el año 2014, que costó a la cadena cerca de 5 millones de euros. El programa presentado por Mariló Montero y Millán Salcedo fue un auténtico fracaso. En sus 13 emisiones congregó una triste media del 4.8% de share y 547.000 espectadores. El programa resultó ser un show dantesco, sin sentido alguno y de los peores concursos que ha tenido TVE en su historia.

Tener en el cajón un programa como el Grand Prix es un lujo que RTVE no debería haberse permitido durante todos estos años. ¿No creen?

Un sinfín de juegos míticos como “Los aguadores”, “Los bolos”, “Caperucita y el lobo”, “La patata caliente”, “La rampa”, “La cucaña”, “Los troncos locos”, “Las manos musicales”, “La vaca pichichi” o “El diccionario”, entre muchos otros, perduran en la memoria de millones de personas.

Ramontxu, haciendo alarde de su gran versatilidad iba comentando cada juego aportando la emoción necesaria en cada momento, presentaba a las vaquillas siempre con divertidas rimas, se involucraba en las pruebas dejándose llevar y en alguna ocasión dejándose revolcar por algunos de los obstáculos utilizados en las mismas. En definitiva, el vasco disfrutaba del programa como un enano y esa naturalidad era muy agradecida por parte del espectador.

Muchos fuimos los niños que crecimos con un programa familiar, divertido y que reunía a toda la familia frente al televisor. Una fórmula bien sencilla que, bajo mi humilde opinión, garantizaría un éxito a la cadena de turno que se atreviese a recuperarlo.

Los niños del Grand Prix, como nos llama Ramontxu, seguimos esperando que algún año, un directivo valiente se decida, por fin, a apostar por la vuelta de este programa, aunque solo sea por un verano más.

Mientras tanto, los fans del programa podemos disfrutar de algunas de sus emisiones tanto en RTVE a la carta como en los cientos de videos que los seguidores del concurso cuelgan en redes sociales y Youtube.

Lo cierto es que el Grand Prix ocupó un hueco imborrable en nuestros corazones, que aún perdura, y eso lo han conseguido muy pocos programas en la historia de nuestra querida televisión.

¡Que suenen clarines y timbales para homenajear a este maravilloso programa!

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