ANÁLISIS | Semana del 12 al 18 de septiembre de 2022
En televisión se pueden hacer las cosas mal o fatal. Acertar es prácticamente imposible, y aunque muchos nos aventuremos en hacer predicciones, el éxito de un formato es imposible de medir hasta que se expone al público. Las audiencias televisivas, como todo lo que tiene valor cultural, no son una ciencia exacta. Pero si bien es verdad que nadamos siempre en la imprevisibilidad, hay cierta intuición entre los que trabajamos en el medio que hace incomprensible algunas decisiones tomadas por las cúpulas televisivas. El último gran ejemplo, la determinación de Telecinco con Joaquín Prat.
Cada semana podría escribir sobre el desastre que sobrevuela en Telecinco. Ya sea por estrategia de cadena o por los formatos en sí, lo que está pasando en Mediaset en los últimos meses es un auténtico despropósito. Cambios de presentadores como cromos repetidos, movimientos de parrilla sin demasiado sentido y un juego de tronos entre productoras que están más entretenidas en joderse entre ellas que en remar a favor de obra.
La lógica del low cost ha terminando devorando el grupo audiovisual, que ahora, ni a base de talonario, puede recuperar el favor de un público que ya hace tiempo que ha dejado de tener en el 5 a su opción favorita para entretenerse. Telecinco se instaló en la comodidad que da el liderazgo ininterrumpido. El exceso de confianza derivó en soberbia, perdiendo todo aquello que no entraba en su estrategia enfermiza de ahorrar costes. Con ello se fue 'Pasapalabra', y con su marcha a Antena 3 empezó el declive de Vasile.
Como tengo el espacio que tengo y tampoco quiero aburrir al personal, voy a analizar solo uno de los aspectos más nefastos del inicio de curso de la cadena de Fuencarral. Ya tendré tiempo de hablar de los otros, las mentes pensantes de Mediaset nunca dejan de sorprenderme.
Fijémonos en la mañana. Si cuando estaba Sonsoles Ónega ya teníamos la sensación de estar viendo el mismo programa de 9 a 3 de la tarde, ahora con el relevo de Joaquín Prat está claustrofobia nos ha transportado hasta un viaje en coche con toda la familia dando vueltas a una rotonda. Una franja matinal en la que los asuntos del día llegan frescos a primera hora y terminan oliendo a podrido a la hora de comer. Los mismos temas, el mismo plató y hasta el mismo presentador.
Entiendo que la situación personal de Ana Rosa Quintana ha alterado las previsiones, pero la capacidad de reacción de la cadena es nula. Tenían a Marc Calderó, un rostro medio desconocido pero tremendamente resolutivo, y decidieron quedarse con lo añejo. Con lo visto mil y una vez. Y ya no entro en el perfil ideológico de los contertulios…
Al final prima más la fidelidad a una productora y el conservadurismo que la innovación. Ante la crisis, más de lo mismo. Y viendo el cariz que está tomando el asunto de las audiencias en las últimas semanas, ya va siendo hora de dar un giro y empezar a correr riesgos. No solo en la mañana, sino en Telecinco en general. Nuevos rostros, nuevos formatos y por favor… platós que si son los mismos, por lo menos no lo parezcan.
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