'Entrevías' ha conseguido algo que cada vez es más difícil en la televisión convencional y sus personajes nos han dejado con ganas de una tercera temporada.
Los que ya tenemos una edad recordamos cómo en la dictadura franquista, sin libertad de prensa ni de expresión, se hablaba mucho de leer en los periódicos "entrelíneas", una manera un tanto singular de interpretar mensajes en clave, inducidos, insinuados, para lectores avispados, en los que el periodista de turno te decía lo que no se podía decir, a riesgo de una colleja de la censura, que acabase con el secuestro de la edición del periódico o consecuencias penales más graves.
Entrelíneas se criticaba al "régimen" o se informaba sobre los desmanes del poder dictatorial. Ahí estaban los más listos entre los lectores para entender los mensajes entrelíneas, porque informativos de radio solo había en Radio Nacional y de televisión, cuando la hubo, en el monopolio del Telediario. Viene a cuento esta reflexión para valorar entrelíneas el éxito de 'Entrevías', que ha terminado esta semana su segunda-primera temporada en un final que lo mismo vale para un roto que para un descosido, ante la gran pregunta del momento: ¿habrá o no una tercera temporada?
Lo cierto es que 'Entrevías' ha conseguido algo que cada vez es más difícil en la televisión convencional, comercial o cómo queramos llamarla: índices de audiencia, relevancia e impacto social significativos; no tanto por los porcentajes alcanzados como por la fidelidad de quienes se han enganchado a la serie de Telecinco. Podemos hablar, por tanto, de una serie de éxito, sin duda, con lo difícil que resulta ahora algo así. ¿Cuáles han sido las claves de este buen resultado?
Leamos nuevamente entrelíneas y comprobaremos que la receta del éxito, como en toda buena preparación gastronómica, depende tanto de la selección de los mejores ingredientes como de la elaboración de la receta hasta llegar al emplatado. Y si no, ahí tenemos de sobra ejemplos ilustrativos en los 10 años de MasterChef. 'Entrevías' ha logrado, bajo una producción ejecutiva sólida y experimentada como la de Aitor Gabilondo, a un igualmente sólido equipo de guion, producción, edición y realización. Todo correcto.
"Por poner un pero, el fantasma Salgado, el más malo entre los malos, no acababa nunca de encajar en el perfil de actor Jordi Sánchez"
Además, ha reunido a un elenco de actores y actrices que han funcionado a la perfección, liderados por la garantía de excelencia que aporta José Coronado a todas las series que protagoniza. Nada que objetar ni a los noveles, que han sido la mayoría, ni a los más experimentados, en todas las edades. Y una mención especial a la actriz Laura Ramos, que ha dotado de una gran credibilidad a su personaje de Gladys. Si acaso, por poner un pero, el fantasma Salgado, el más malo entre los malos, no acababa nunca de encajar en el perfil de actor Jordi Sánchez, al que todos asociamos con personajes más cómicos en otras películas y series, como 'La que se avecina'. Igual por eso le han dado matarile en el último episodio.
Buenos ingredientes, en definitiva, a los que entrelíneas solo había que combinar con todos los elementos del momento que no deben faltar en ninguna buena serie: ambiente policiaco, vida de barrio de los de ahora con sus mezclas y conflictos sociales e intergeneracionales; muchas y variadas localizaciones exteriores; un buen bar con los amigos impenitentes del protagonista líder y sus consecuentes meteduras de pata, familias imposibles que se tornan en posibles y viceversa, amores imposibles que se tornan en amores eternos, relaciones hetero y homosexuales, algo de sexo sin exagerar…; y como no, una comisaria con más ambiente a todas horas que un centro comercial en navidad, en la que todo el mundo entre y sale como Pedro por su casa, sin que se sepa muy bien en qué trabaja cada cual.
"Estamos deseando que Mediaset vea la oportunidad del negocio y se arriesgue a una tercera temporada"
Con todo ello no es difícil preparar un buen plato, conteniendo la intriga y enganchándonos al qué va a pasar en este capítulo -que es la gran clave de toda buena serie, por previsible que sea lo que va a pasar-, incluyendo nuestra dosis de paciencia en el visionado en directo con las interminables pausas de publicidad. Un paréntesis al respecto: hay veces que las retahílas de anuncios son tan o más atractivas que la serie que estamos viendo. Hay que reconocerlo. Y la publicidad es una herramienta imprescindible para que las cadenas sigan apostando por producciones de calidad, que siempre son costosas.
El resultado final de Entrevías ha sido, por tanto, un buen resultado en términos generales, con una virtud fundamental: que ha conseguido entretenernos, que es la magia de toda ficción, sea en el formato que sea. Entretenimiento que, cuando se disfruta, nos deja buen sabor de boca, nos hace olvidarnos de los fallos de guion y los errores de producción, que los ha habido.
Lo perdonamos todo y, aún con la duda de que tenga sentido alargar más la historia, estamos deseando que Mediaset vea la oportunidad del negocio y se arriesgue a una tercera temporada. El cariño que hemos cogido a los personajes nos ha dejado con ganas de más.
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