El Hype, ese sentimiento que experimentamos antes del estreno de un gran evento, ha invadido la gala 0 de ‘Operación Triunfo’. Analizamos sus pros y sus contras.
Uno de esos contras es la tendencia humana a mitificar el pasado. La memoria es muy puñetera y hace que nos acordemos de los mejores momentos y que arrinconemos los peores. Y OT 2017 podría recordar a ediciones pasadas. Con todo lo que ello conlleva.
En el lado positivo de la balanza, es más que necesario poner en el pedestal al equipo de redacción del programa. Ellos han conseguido que nos traguemos un access en toda regla, sin rechistar. Media hora de cásting emocionante, con una cuidadísima dirección de fotografía y una planificación cinematográfica en su montaje.
La excelencia técnica se ha prolongado tanto con el diseño de plató cómo el de iluminación. Aunque partíamos de un escenario mucho más pequeño que el de las otras ediciones, la estructura física y el juego de luces del siempre excelente Germinal Torremocha han conseguido hacernos (casi) creer que estábamos viendo un talent show internacional.
Casi porque, de manera continuada, hemos tenido que soportar un sonido deficiente que no ha estado a la altura. Potenciando la pista directa de plató, en vez de la de los concursantes que estaban cantando, u olvidándose de dar paso a los micrófonos del jurado o de los invitados.
Fuera del plató, Operación Triunfo ha conseguido calentar las redes sociales. Algunos internautas han llegado a la conclusión que los concursantes han sido seleccionados con la única finalidad de crear debate y engagement en Twitter o Facebook.
Pero, al final, vuelves a OT 2009 y 2011 y nos encontramos con el mismo problema. Los concursantes son muy jóvenes (cómo lo eran en las anteriores ediciones). Sin embargo, se echan de menos perfiles bien definidos a nivel dramático. Quedan muchas galas por delante, pero cuesta encontrar al fuerte del grupo, al intenso, a la emotiva o a la cómica.
Si conseguimos exprimir a los concursantes, a través de la convivencia y las clases, podremos dotar a las galas de verdadera vida. Roberto Leal ha cumplido con su cometido, de manera humilde y eficaz, con su singular frescura, y promete ser el apoyo humano que van a necesitar los jóvenes triunfitos.
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