ANÁLISIS | Semana del 17 al 23 de agosto de 2020
Los efectos colaterales de la pandemia propiciaron el resurgir televisivo de Marta López pero también su destierro definitivo.
Este 2020 tiene reservado un capítulo entero en la historia de la humanidad. Será recordado como un año doloroso pero también como un periodo tremendamente revelador sobre la condición humana. Los héroes pero también los imbéciles salieron a flote, y con todos ellos un sinfín de situaciones nuevas que plantean debates éticos inexplorados hasta el momento. Esta es la historia de una irresponsable, un despido y los criterios para juzgar a un trabajador en función de su vida privada.
Algo raro estaba ocurriendo en Mediaset esta semana cuándo veíamos desfilar por ‘Sálvame’ a sus colaboradores de tercera regional. Aquellos que si aparecen en cuenta gotas tienen un pase pero que cuando coinciden todos en plató el formato deja de tener sustancia. Miriam Saavedra o Jimmy Giménez-Arnau se llenaban los bolsillos estos días gracias a la ausencia en plató de los juglares habituales. Y sí, algo grave se estaba cociendo entre bastidores ya que las primeras espadas de Telecinco se veían obligadas a permanecer en sus casas por haber estado en contacto con una posible positivo por Covid.
El jueves se confirmaban todas las sospechas. Kiko Hernández anunciaba en directo el comunicado de Mediaset en el que despedía a Marta López por su actitud irresponsable ante el coronavirus. La muy obscena había hecho gala de su egoísmo a través de las redes sociales salándose todos los protocolos en una fiesta marbellí. Sin mascarilla ni distancia alguna con su pandilla de cayetanos y el resto de la discoteca. Según publican algunos medios la protagonista del Merlos Place dio positivo en Covid.
Hasta aquí la historia. Mi primera reacción ante el despido fue aplaudir el gesto de Mediaset. Una actitud irresponsable ante la pandemia debe ser castigada, y si es públicamente para dar ejemplo mucho mejor. Esto lo sigo pensando, pero creo que hay algunos matices a tener en cuenta para ir un poco más allá del análisis de brocha gorda.
¿El ámbito privado de un trabajador puede repercutir en su relación contractual con la empresa? Pues no debería, pero hay que tener en cuenta que la profesión de Marta está supeditada a su imagen pública. Más allá de que sea simpatizante de Vox, lamentablemente esto está permitido en España, su actitud en la concurrida fiesta marbellí es denunciable, supone un riesgo para el conjunto de la sociedad y especialmente para sus compañeros de trabajo.
Cada uno es libre de hacer en su salud lo que le venga en gana, siempre y cuando que con su actitud solo se lastime a él mismo. No es lo mismo emborracharse hasta perder la dignidad que coger el coche con unas copas de más. Nada que ver. Y sin disculpar el acto, el pecado es aún mayor cuando la vanidad te empuja a compartir la fechoría a través de las redes sociales. Pero claro, si denunciásemos a nuestros amigos en sus trabajos por cada story irresponsable que suben a Instagram media España estaría en el paro.
¿Se hubiese obrado de la misma forma por parte de Mediaset si en vez de de la ex gran hermana la inconsciente hubiese sido Lydia Lozano? Probablemente no. Marta López no deja de ser un personaje menor en el engranaje de Telecinco. Su vida sentimental ya está amortizada después del Merlos Place y poco jugo le quedaba por exprimir. La cadena ha dado ejemplo con el despido de la colaboradora pero se ha puesto el listón muy alto de cara a futuras imprudencias de sus empleados.
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