ANÁLISIS | Semana del 18 al 24 de abril de 2022
La defensa de la libertad de expresión, lejos de erigirse como un mantra de progreso, parece que es el lema que más les gusta a las cavernas. En nombre de la mal llamada "libertad" todo vale en esta jungla. El descontrol impera y desespera en las redes sociales y plataformas de contenido online. Cualquier imbécil puede postularse frente a millones de espectadores para esparcir odio e ignorancia con total impunidad. Y mientras la televisión va perdiendo el reinado como principal canal de entretenimiento, los buitres del mundo digital van arañándole audiencia sin que ninguna legislación se atreva a regular su mercado.
Tenemos más herramientas que nunca para potenciar una sociedad más justa y empoderada, y lejos de ir hacia la defensa de los derechos humanos nos dedicamos a potenciar un terreno pantanoso en el que creyéndonos más libres cada vez parecemos más idiotizados. Cuando un espectador se va de la televisión para consumir contenido digital se adentra de lleno en la ciudad sin ley. Evidentemente gana muchas más opciones y entre tanta porquería también hay que alabar el provecho en positivo que se la saca a los canales online, pero lejos de ser una herramienta para fomentar un futuro más digno, dejadme que ponga en duda todas las bondades que nos han venido del mundo online.
Sí, lo sé, en la televisión también hay muchos mensajes perniciosos y se da alas a ciertas idolologías que deberían ser reprobadas. Pero digamos que el control que se establece con los nuevos medios de comunicación es mucho más laxo que el que existe actualmente en la pequeña pantalla. Que 2 millones de personas vean cada noche a Pablo Motos hablando de política con Tamara Falcó me parece un mal menor, si lo comparamos con un tiktoker que anima a cambiarse de sexo para tener más derechos, entre otras lindezas.
Esta semana la cantante Lola Indigo hacia un reflexión muy sabia a través de las redes sociales. Mientras ella es censurada por mostrar un pezón en Instagram, el polémico 'tiktoker' Naim Darrechi puede pregonar abiertamente que él dice que es estéril para poder eyacular sin preservativo dentro de sus compañeras de lecho. Hasta escribirlo me produce arcadas. El doble rasero de los que marcan las pautas en el terreno digital parece que responde a criterios de la Conferencia Episcopal: ensalcemos la procreación, aunque sea forzada, en detrimento de la desnudez.
Escapa a toda lógica las leyes que controlan el contenido online. O por lo menos, no se entiende ni los criterios que rigen sus límites, ni por qué estos son tan tibios si los comparamos con los que hay en la televisión. Por poner un ejemplo, no tiene ningún sentido que hace unos años Dani Mateo fuera llevado a los tribunales por algo tan inocuo como sonarse la nariz con una bandera de España en ‘El Intermedio’, y por el contrario, infinidad de creadores de contenido online se meen en los derechos humanos cada semana sin que nadie haga absolutamente nada.
Siguiendo con los ejemplos; mientras en 'Sálvame' se inventan eufemismos como "agua con misterio" para no ser encausados por la justicia, en Twitch un individuo anima a aprovecharse de las mujeres cuando están ebrias sin que nadie le tosa. Señores, si esto es el progreso, permítanme que me baje de este tren. Y esto es solo una ínfima parte de todas las burradas que se sueltan en las redes, las que nos llegan debido a la popularidad de los protagonistas.
Si alguien cree que mis palabras pueden tener un deje autoritario o paternalista, digamos que huyo de los totalitarismos, pero creo firmemente en que los Estados deben proteger en cierta medida a sus ciudadanos. Sinceramente, y llegados a este punto, a veces creo que a alguien le interesa fomentar la idiotez del pueblo para que los altares sigan gozando de sus privilegios. Nos creemos muy libres de poder escoger, pero al final nos dirigimos hacia un sistema donde impera el descontrol, en el que a base de abotagar al pueblo con demagogia barata, unos van llenando sus arcas propagando su odio, en detrimento de una mayoría que cada vez se ve más oprimida y sin unas instituciones detrás que los proteja. Y todos somos un poco culpables de este pacto con el diablo.
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