Telecinco orquestó un espectáculo zafio y descarnado junto a Olga Moreno con el que han malogrado la credibilidad y la perspectiva de género con la que habían tratado el caso de Rocío Carrasco.
56 días o 1.344 minutos. Ese es el tiempo trascurrido entre la entrevista final de Rocío Carrasco y la contraofesiva de Olga Moreno. Ese es el tiempo récord que Telecinco ha tardado en pervertir de forma absolutamente descarnada todo lo que ha cosechado con la serie documental de Rocío Carrasco durante estos meses. La réplica de la sevillana en 'Ahora, Olga', cebada hasta la extenuación como si se tratara de un ring de combate entre mujeres en el prime time, embarra y echa por tierra sin ambages la buena imagen y la encomiable marca que a costa de Rocío habían conquistado.
Y los detalles de lo vivido el miércoles hacen todo mucho más indecente y escabroso todavía. Puesto que ambas situaciones, la cara y la cruz, la luz y la sombra, se han producido en el mismo plató y en el mismo día de la semana. Misma fotografía con distinta protagonista. Y si rizamos el rizo, hasta con el mismo traje azul. Parece una frivolidad empezar mencionando esas particularidades, pero es que poco más se puede extraer de lo que se percibió en las tres horas que duró un programa que nunca debió de ver la luz.
"Asistimos a una aparición intrascendente, estéril y sin un hilo conductor en horario de máxima audiencia"
Si esa entrevista hubiera servido para aportar algo novedoso y, sobre todo, para arrojar veracidad y más luz a lo que ya sabemos, podría haberse entendido mínimamente su sentido. Sin embargo, la realidad es que asistimos a una aparición insulsa, intrascendente, vacía, huérfana de argumentos, estéril, sin un hilo conductor, con reacciones hiperbolizadas… En fin, se agotan los calificativos para radiografiar ese dantesco episodio en horario de máxima audiencia.
Aunque, si lo miramos y analizamos desde otra óptica, ¿qué esperábamos honestamente del 'Ahora, Olga'? Era de ser un completo ingenuo albergar esperanzas en que se fuese a plantar en un plató con un discurso coherente, creíble y armado y, mucho menos, que fuese a acudir con pruebas documentales que atestiguaran y dieran algo de crédito "a su verdad". Para un programa de esa envergadura debería haber sido lo apropiado e incluso lo obligado. Pero se optó más bien por la pena, las buenas palabras, el saber estar, la lágrima que apenas salía, los sollozos en directo… Solo esas fueron sus artes para intentar convencer, embaucar y engatusar a la audiencia.
"Es una prueba flagrante de la tropa de negacionistas que existe y de que en la sociedad aún persiste un machismo redomado muy enquistado"
Ante eso, cualquiera que esté leyendo este artículo con un mínimo de raciocinio, pensará que esa estrategia nunca puede salir bien, que no tiene valor y que está más que claro a quién de las dos hay que creer sin género de dudas. Sin embargo, lamentablemente no es así. Ese circo zafio de Olga orquestado por Telecinco tiene su público y deberíamos temer enormemente que haya calado tan adentro en una parte muy importante de él. Es difícil creerlo, pero ha seducido a un sector de la audiencia capaz de movilizar el hashtag #OlgaDiceLaVerdad con miles y miles de comentarios por decir nada.
Lo más inverosímil y hasta cierto punto demencial es que el mismo perfil que ha cuestionado hasta la saciedad la última coma de lo que ha relatado y documentado Rociíto, es el que ahora acepta, aprueba y aplaude a Moreno y su alegato superfluo y sometido a todo tipo de directrices maniqueas. Paradojas aparte, es una prueba flagrante de la inquietante tropa de negacionistas que existe y de que en nuestra sociedad aún persiste e impera un machismo redomado muy enquistado.
"La entrevista a Olga Moreno no pudo estar más medida y cargada de censura"
Y hablando de esas directrices, estas son las de Antonio David, que utiliza como portavoz a su mujer mientras se mantiene en la sombra. De los abogados, guionizando sus respuestas milimétricamente para no ir directa al abismo judicial. Y, por supuesto, también de los organizadores de semejante esperpento e inmoralidad en Telecinco. Con todas estas claves que rezuman bastante oscurantismo, la entrevista no pudo estar más medida y cargada de censura; como quedó demostrado cuando Isabel Rábago intentó plantear algunas preguntas incómodas sin éxito.
Un escaparate hecho a su imagen y semejanza con la elección de colaboradores que no le pusieran en ningún aprieto y con un Carlos Sobera, tremendamente dirigido, que se mostraba como un sargento en un regimiento para que nadie de los presentes desertara del tono impuesto y pusiera a Olga Moreno en la guillotina. Así que la protección que había logrado mantener en el reality perduraba. Le faltaba ser escoltada. Ni la mismísima Isabel Pantoja había gozado de tanto despliegue de amparo y custodia.
Y en este espectáculo al que no deberían haberse prestado, ¿quién gana y quién pierde? Tal vez, nadie gane. En el tablero, muchos colocan a la propia cadena como única victoriosa de lo ocurrido con tal de conseguir un alto índice de audiencia. Pero lo cierto es que, tras el dato, se esconden otras cosas y, sin duda, son más las desventajas que pesan. Primero, por el tsunami de críticas que ha levantado entre un público que alzó la voz con el fin de boicotear la emisión al grito de "apagón". Segundo, porque han malogrado la credibilidad y la perspectiva de género con la que estaban abordando el testimonio de Rocío Carrasco.
"Esa exhibición de feminismo, esas ambiciosas promesas y esos postulados contra la violencia vicaria y machista en Telecinco se han corrompido de manera aberrante"
Y tercero, porque la vuelta al pasado más arcaico y rancio de la televisión, donde en los programas todo valía con tal que alcanzar unos altos números de audiencia, no le favorece. Es una evidencia que se trata de un medio que no se casa con nadie; que una gallina de los huevos de oro en la que ahora se ha reconvertido Rocío puede acabar defenestrada; y que los mismos que te han aupado pueden terminar dejándote caer por el precipicio.
Por esos tres aspectos principalmente, a Telecinco no le debería compensar que, por dar la campanada con el share, pase de un extremo a otro en la visión que el espectador se ha forjado durante este tiempo, y que se transforme en una mirada contaminada y envenenada. En el plató de 'Rocío, contar la verdad para seguir viva', muchos rostros de la casa entonaron el mea culpa y prácticamente se puso de moda la expresión "propósito de enmienda"; que encerraba la lucha por defender la causa de Rocío Carrasco, cuidar y preservar su relato y, por supuesto, no degenerarlo como así ha sucedido.
De modo que la conclusión es que no se ha aprendido ni rectificado nada de lo que proclamaban con motivo de la docuserie. Y menos aún se ha resarcido el inmenso dolor que años atrás se ha infligido a una mujer desde todas las vías posibles. Es más, tanto la escena de David Flores con Olga Moreno en 'Supervivientes' como su entrevista, incurren en más daño y menoscabo sobre Carrasco. Esa exhibición de feminismo, esas ambiciosas promesas y esos postulados contra la violencia vicaria y machista se han corrompido de manera aberrante e innecesaria. Que no se sorprendan si algo tan preciado como la audiencia se planta y grita: "Telecinco, yo no te creo".
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