Crítica de la semana: La invasión turca

ANÁLISIS | Semana del 22 al 28 de febrero de 2021

Las series turcas son la nueva sensación, y parece que el fenómeno va para largo. La producción autóctona ve amenazada su hegemonía tras el asalto de las otomanas en la parrilla española.

La historia de amor entre España y los culebrones foráneos no viene de ahora. En los 80 los culebrones importados de Sudamérica desembarcaron en nuestro país convirtiéndose en auténticos acontecimientos sociales. Con el paso de los años el huracán caribeño fue perdiendo fuelle y las historias de amor con pérfidas malvadas de acento latino desaparecieron de las televisiones generalistas para convertirse en un reducto de la TDT.

El nuevo siglo nos tenía preparada otra oleada de ficción extranjera, pero en este caso proveniente del otro lado del globo. En 2018 ‘Fatmagül’ abrió el camino y después de su exitazo en Nova fueron llegando en tromba decenas de series con sabor árabe. Y no se conformaron con los canales “secundarios”. Los culebrones hacía siglos que no tenían un hueco en el prime time de la primera división televisiva y desde haces meses dos telenovelas turcas sonríen triunfante cuatro noches a la semana.

Con el verano llegó ‘Mujer’, la historia de una señora que siempre llora, líder indiscutible de lunes a miércoles. Y en Navidad aterrizó ‘Mi hija’, con mismos resultados de audiencia que su predecesora. A la niña huérfana nadie osó hacerle sombra los domingos por la noche. Las dos ficciones se comieron más de la mitad de los prime time de Antena 3. Viendo el percal, Telecinco también quiso chupar del bote, pero en este caso con una estrategia de programación más confusa que el cerebro de Victoria Abril. Nos metieron ‘Love is in the air’ hasta en la sopa, y la serie no alcanza el 14 % de share, y ahora prueban suerte con  ‘Mi hogar, mi destino’ que va apareciendo por sorpresa en la parrilla de Telecinco.

Los resultados dispares de audiencia de estas series vienen determinados más por una cuestión de cadena en las que se emiten que no por sus tramas; todas van de lo mismo. Lucha de clases, amores imposibles y mujeres al borde de un ataque de nervios. Escenas en las que prácticamente no pasa nada a nivel visual, un plano único alargado hasta el infinito, acompañadas por una música de tensión infernal capaz de despertar de la siesta a cualquier octogenario. Viene a ser un poco esos minutos eternos de ‘Oliver y Benji’ en los que se veía a un jugador correr por el campo de fútbol sin que ocurriera absolutamente nada.

Estas series son lo que son, que nadie se espere la versión árabe de ‘Big Little Lies’, pero ofrecen una versión modernizada del genero del culebrón. Los paisajes de la siempre excelsa Estambul adornan historias de amor heterosexual entre personas pertenecientes a diferentes estratos sociales. Algo tan universal que es capaz de funcionar de punta a punta del Mediterráneo.  Aunque no deja de ser una pena que las cadenas españolas, seducidas por su bajo coste,  hayan caído rendidas a la ficción turca en detrimento de la producción autóctona, y de todos sus puestos de trabajo.

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