"¡Vaya Fauna!", título y descripción del nuevo programa de Telecinco que se estrenó anoche. No sabemos para cuánto tiempo porque, pese a su 19% share (más de 3 millones de espectadores), el programa recogió numerosas críticas negativas aludiendo al poco respeto hacia los animales que muestra en sí un talent show donde ellos son los protagonistas. Tanto es así que en solo unos minutos se creó una plataforma que demandaba firmas para cancelar el programa.
La noche de los miércoles es un solar. Apenas existe una competencia firme que pueda hacer sombra a un formato en el se puede desconectar y que es apto para todos lo públicos. La catadura moral es otro tema. Sin Identidad alcanzó el 15,4% share (2.316.000 espectadores).
Las redes sociales se incendiaron a partes iguales. Había quienes disfrutaban del programa enamorándose de las habilidades y quehaceres de los animales. Otros, sin embargo, iban más allá. Analizaban la trastienda y objetaban sobre qué necesidad existía de someter a un animal a realizar pruebas que no les corresponde. El animal para ofrecer espectáculo.
El programa cuenta con un jurado. Cinco rostros que, salvo uno, poco tienen que ver con el mundo animal. Viéndolos me preguntaba, ¿qué les animó a participar en semejante espectáculo?
Yolanda Ramos, por la que profeso una gran admiración, formaba parte de ellos. Dio los mejores momentos a la noche con su particular humor, pero eché de menos su sentido crítico cuando el público le otorgó el amadrinamiento de
Tami, un oso del que algunas asociaciones animalistas han denunciado el trato ofrecido por sus cuidadores. Luego estaba
Soraya que, nada más empezar la noche, sin calentar, sin vaselina y sin esperarlo le soltó al dueño de un cerdo (vestido de rosa y las uñas pintadas del mismo tono): "¿Has comido cochinillo de Segovia?" Rio sola. Un chascarrillo inapropiado, frívolo y fuera de lugar. Por otro lado estaban
Los Gemeliers que atraían al público pubescente absorto con cualquier movimiento de los hermanos. Y por último,
Santi Serra, especializado en el mundo animal. Todos ellos participando de este circo. A los mandos estaba el Peter Pan de Telecinco,
Cristian Gálvez que lo mismo te presenta el
Pasapalabra, que
Tú si que vales que se suma a este cambalache animal.
Las críticas negativas hacia el formato son comprensibles, necesarias e importantes. No es permisible que se siga utilizando al animal como espectáculo. No entro a valorar si para dicho programa se les cuida con mimo, que se presupone. Pero estar en "¡Vaya Fauna!" requiere que el animal en cuestión esté rodeado de: cámaras, focos, público, música, ruidos que les son ajenos, a los que, en ocasiones, no están acostumbrados. Eso les genera un estrés lógico que en ninguna ocasión deberían experimentar. Se está adoctrinando a un caballo a ser toreado, a un oso a tocar la trompeta, y lo que queda por ver. Se les está desviando del curso natural de su propia existencia. Tan denunciable me parece este programa como los espectáculos de circo o los zoológicos donde se extrae a un animal de su hábitat para el disfrute, deleite y egoísmo del humano, y por los que pocos ponen el grito en el cielo.
Lo cierto es que
"¡Vaya Fauna!" consultó a algunas asociaciones que defienden los derechos de los animales para no caer en estas cuestiones. Estas les asesoraron diciéndoles que sería buena plataforma para la concienciación de adoptar animales y evitar abandonos. Sin embargo, parece que hicieron oídos sordos y desviaron ligeramente ese objetivo.
Gálvez defendía el formato acusando a quienes lo criticaban de
tergiversar el objetivo del programa. Pero hay que conocer el trato que fuera del plató se le da a ese animal, hay que tener en cuenta que se esta forzando a un animal a que se comporte como su naturaleza no le pide. Que se le está sometiendo a ofrecer un espectáculo para apelar a la ternura del espectador. Y esto no debería seguir generando debate porque no debería seguir ocurriendo.
El ser humano debería dejar de pensar en el mundo animal como una ralea inferior y a la que se le puede manipular a su antojo para su propio disfrute.