EL PORQUÉ DE LAS COSAS CATÓDICAS | Por Jesús Carmona.
Y esta coronación –que estuvo marcada por el destiempo y provocó que el presentador ni pronunciara una despedida a la altura- me ha hecho reflexionar sobre dos cosas. En primer lugar, juro solemnemente que no volveré a desconfiar de la transparencia de los votos de la audiencia. Y en segundo lugar, me sobreviene una certeza: los últimos siempre serán los primeros. No me digan que no es curioso que un programa se tire tres soberanos meses rellenando parrilla mañana, tarde y noche con siempre los mismos rostros en un bucle vertiginoso Chabelita-Nacho-Fortu-Putas Fortu y que luego llegue al Olimpo un chaval que comenzó a sacar las orejitas cuando olfateó los 200.000 euros que podía ganar.
Ahí lo tenemos convertido, sin filtro ni coherencia, en una heroína, en un talismán. Destacar, eso sí, la entereza y el compañerismo de Nacho Vidal. Un señor que desde el minuto uno del concurso se proclamó ganador y se comportó como tal hasta el último hálito de vida del programa. Y que se dio de bruces contra una realidad que, si bien estaba empatada, quiso hacerle ver que a veces en la vida cuentan otras artes y atributos que no hay que menospreciar. ¿Como por ejemplo? Pues arrimarse al árbol que más cobija, un árbol de saga familiar y pantojil. Y Nacho, tú pasaste demasiado tiempo solo y aislado. Ahí comenzaste a cavar tu destierro.
Y de una heroína varonil a otra femenina y eterna llamada Ana Obregón. No crean que hay un abismo entre Obregón y ‘Supervivientes’, a la actriz siempre se le ha propuesto participar. Además, en el subsuelo entre Ana y Christopher habita una parábola que los une más de lo que ellos son conscientes. Ese elemento común es la paciencia y la constancia. Ambos no se han rasgado las vestiduras porque el foco los abrasara cuando la sombra se cernía sobre persona. Han sabido alcanzar la calma y el sosiego, y esperar a que el tiempo obrara.
En el caso de Ana García Obregón es cristalino. Allá por el año 2008 su perfil mediático bajó considerablemente a nivel personal y profesional. Y pienso y defiendo que con su consentimiento, porque Ana podría haber seguido en la picota de las revistas y los programas del corazón. Y, sin embargo, entendió que lo más sensato era poner distancia y revalorizarse. Fue una actitud inteligente cuyo resultado se traduce en la buena audiencia que reporta actualmente cuando acude a la televisión. Incluso, a nivel profesional le ha venido de perlas. Tras un tiempo en off, actualmente está a full en teatro y cine.
Siempre ensalzaré de Ana Obregón dos cosas: su coherencia profesional –ya que nunca se ha desviado de su carrera como actriz y presentadora- y su bohomía mediática, ya que tampoco se conocen programas en los que Obregón haya hablado mal de alguien o cobrado por criticar. Y eso, en tiempos actuales, es para ponerle una placa en Callao. Para cerrar, me quedo con una declaración de Obregón este sábado en ‘¡Qué tiempo tan feliz!’: “A veces lo más inteligente es hacerse la tonta, porque cuando ellos van, tú ya has ido y has vuelto”. Sólo me queda doblar la cerviz.
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