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OPINIÓN | La metamorfosis de la lamentatriz

 
EL PORQUÉ DE LAS COSAS CATÓDICAS | Por Jesús Carmona.

 

 
Tú me hiciste sentir que no valía, y mis lágrimas cayeron a tus pies. Me miraba en el espejo y no me hallaba, yo era sólo lo que tú querías ver”. Esta mañana, dispuesto a escribir mi opinión semanal, me he puesto a todo gas y en bucle a la explosiva Gloria Trevi. Y esa frase es maravillosa, condensa grandes lecciones, grandes lágrimas. Y el reguero de la lágrima se reduce en gran share, que no ser.

Como sabrán –si se detienen únicamente dos minutos frente al dígito cinco de su televisor- ya se ha estrenado ‘Cámbiame’, ese formato revolucionario que pretende remodelar a las personas como nunca antes se había visto. Y yo, que siempre he tenido complejo de paleto de pueblo, me senté en el sofá justo a las 14:20 horas, muy predispuesto a recibir dosis de autoestima, y así me ahorro el psicólogo de este mes, qué leñe.

Y vaya sorpresa la mía, siempre tan crédulo, que al segundo de comenzar ya veo drama, dramón, lágrimas, muchas lágrimas cayendo a los pies del psico…perdón, estilista Pelayo Díaz. Digo crédulo porque aún recuerdo en la rueda de prensa cómo Mediaset aseveraba, toda seria ella, que se trataba de un programa en el que se intentaba ayudar por dentro a las personas, pero sin caer en el destrozo emocional, sin bucear en pantanos lacrimógenos.

Ah, ya, ya. Se me olvidaba, entonces, que Telecinco es intensamente emocional. Eso, eso. Debe ser eso, sin duda. El caso es que eso es cierto, la lágrima va pegada cual pleura al "ADN" de Mediaset, es la única manera que tengo para explicar cómo se produjo el final del programa. Falta de coherencia no se le puede achacar nunca a Vasile. Tras la despedida de Marta Torné apareció, así de repente, Guillermo Zapata. Ya estábamos en el informativo, ante una dimisión que también habrá suscitado lágrimas, algunas de alegrías y otras…de alegría también.

Regreso al grueso, al “programón” del momento. Creo que la CNN ha llamado toda celosa a Mediaset para comprar el formato. Y la cadena le ha mandado un burofax: “No lancen tantos pájaros al vuelo, que los comienzos siempre son exultantes. Sean pacientes”.

Nunca me ha cuadrado el poco tiempo que dura el programa, unos escasos 40 minutos en los que da tiempo a rechazar a sufrientes y aceptar al que van a ayudar. Lloran, lloran, después lloran otro poco más. Y luego le cambian de ropa a la lamentatriz de turno. Y terminan llorando. Aquí lo ven muy resumido, pero les aseguro que en pantalla es frenético, nada apto para cardíacos.

Creo que hay contenidos de programas difícilmente encajables en unos ridículos minutos, hay procesos y biorritmos cuya rapidez hace perder no sólo fuelle sino calidad y credibilidad al programa.

Y condensar ‘Cámbiame’ en 40 minutos es un suicidio colectivo. Mala señal es cuando a mitad del programa te levantas a fregar los platos, y yo lo hice. El tiempo es lo más acuciante para cambiar, desde mi óptica edulcorada. Y luego el fondo, que es que sea malo, pero es inexacto. Le diría a la Fábrica de la tele que se ponga de acuerdo consigo misma en el concepto.

No se puede decir primero al espectador que no se hará las veces de psicólogo, y luego actuar como tal. Tampoco se puede alegar que el cambio estético es el menos importante, cuando luego no existe otro que no sea ése. El problema de Telecinco, una vez más, es que no acepta que la simpleza le va bien, aceptar su planicie a nivel intelectual les reconciliará con más público y con ellos mismos. Sois quienes sois, ‘Cámbiame’ no es un diván ni un programa social que ayuda a los más desfavorecidos.

Resumiendo, creo que ‘Cámbiame’ podría ser mucho mejor de lo que es. Deberían remodelarse primero ellos para poder asesorar a los demás. Redefinirse como concepto le irá bien. Como dije antes, si el espectador percibe frenetismo, rapidez y poco cuidado en el contenido, se va para no volver. Antes de irme, quiero dejar una cita de Sándor Márai para que todos reflexionemos: “El deseo de ser diferente de lo que eres es la mayor tragedia con que el destino puede castigar a una persona”. O a una empresa.

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