OPINIÓN | Que Dios os perdone

OPINIÓN | Que Dios os perdone

Un monstruo viene a verme ha sido la gran vencedora de la noche con nueve premios Goya, en su mayoría por cuestiones técnicas. Muy por detrás quedó Tarde para la Ira que se alzó con cuatro cabezones, entre ellos el más cotizado, el de Mejor película. La sorpresa la dio Emma Suárez que se hizo con las dos categorías a las que optaba (Mejor Actriz y Actriz de Reparto). Este fue el resultado de una gala insulsa, pobre, mal ejecutada, tediosa y monotona sin sorpresas de ningún tipo donde ni los asistentes hacían por disimular su aburrimiento.
 
Nada nuevo bajo el paraguas de los solemnes Goya. Ni siquiera llevar 31 ediciones ha supuesto un motivo de evolución. La gala se convirtió en una sucesión de entrega de premios que comenzó con buen ritmo pero que terminó por eternizarse. Abrió la ceremonia la Film Symphony Orchestra, se vendió como una de las grandes novedades de la gala que acabó por ser contraproducente. Se intentó que entrase en el juego, que remasen a favor de obra, pero salvo para la categoría de mejor Música, no sirvió para gran cosa más que para quitar espacio del escenario. Una orquesta en directo no es novedoso. Ya lo hacían en Eurovisión allá cuando Laura Valenzuela todavía estaba en activo.  Y es que el problema no solamente reside en el maestro de ceremonias que quiso defenderse como gato panza arriba en una gala que era indefendible.
Dani Rovira abrió la noche con un monólogo inconexo. Dijo muchas cosas sin decir nada, cubrió el cupo de mensajes directos a los políticos, soltó algún que otro chiste malo, y salió del escenario para aparecer de manera escalonada a lo largo de la noche. El resto de intervenciones tampoco fueron para mejor. Olvidable el momento vestido de Superman hortera junto a la presidenta de la Academia, Yvonne Blake. Más entrañable fue el sketch junto a Antonio de la Torre y Karra Elejalde que terminó con beso de tornillo. Y algo cuestionable fue la reivindicación para cubrir expediente sobre las mujeres. Tras las críticas a la Academia por la falta de nombres femeninos en las categorías, Dani Rovira pidió que se diese más espacio a las mujeres cuando previamente se había calzado unos tacones para ponerse en la piel de ellas, como si eso fuese lo único destacable de su presencia en la Gala. Un lavado de cara que no pasa tanto por la demagogia barata sino por hacer efectiva una igualdad. Los datos estaban ahí. 78 directores frente a 18 directoras. Tan solo Nely Reguera se coló en Dirección Novel por María (y los demás) que ha pasado por las salas sin ningún apoyo. Antes de soltar la moralina, trabajen por la igualdad de posibilidades.
Sin embargo, no toda la culpa es atribuible al maestro de ceremonias. Ni mucho menos. Detrás tenía a dos compañeros que trabajaron en el guion, JJ Vaquero e Iñaki Urrutia. No son precisamente el paradigma del humor. Trabajan el chiste ramplón, fácil y que dudosamente está a la altura de una ceremonia como esta. No menos delito tiene Juan Luis Iborra, director de la Gala. Su estilo recordaba a otras épocas donde la tecnología todavía no se había asentado. Por no hablar de la realización, con planos desagradables donde alguna barriga o escroto de los asistentes se manifestaba en primer plano a causa de unos contrapicados de los que pocos saldríamos favorecidos.
La gala fue avanzando. Se acercaba a las tres horas. En esos momentos recordaba el titular con el que se presentó la ceremonia: "va a ser corta", decían. Cuando parecía que por un año nos librábamos del número musical, Adrián Lastra y Manuela Vellés aparecieron para interpretar, no sabemos muy bien el qué, que dejó patidifusos a los asistentes que no entendían del todo el momento. La sala iba vaciándose por minutos. Resultó triste ver a Dani Rovira recorriendo el salón con asientos sin ocupar. Observando como la gente iba abandonando la sala. Una razón podría ser el aburrimiento, otra podría ser el calor. Algunos planos nos mostraban a los asistentes sudorosos, como el caso de Rodrigo Sorogoyen que tenía la frente empapada. Esto llevó a algunos a la deshidratación sobre el escenario. Yvonne Blake y Ana Belén pidieron agua que bien por los nervios o por las temperaturas tenían la boca como un esparto.
De nuevo otra gala más que olvidable. Y sigue sin entrarme en la cabeza que una ceremonia sobre el Cine sea tan torpe. Cuentan en su haber con guionistas, directores y actores de primera fila, echen mano de ellos. Cambien el estilo. Andreu Buenafuente fue capaz de crear una verdadera gala televisiva, porque recordemos que esto es una ceremonia televisada. Que tienen al espectador en casa asistiendo a un espectáculo que esperan que sea entretenido.  Pocos, más allá de los cinéfilos, aguantarían hasta la una de la madrugada con semejante panorama. Pero el mensaje también va para los que se sientan en las butacas. Cambien su cara de pomes agres (de pocos amigos) e involúcrense en el juego. No es fácil tirar de un espectáculo cuando el resto de la maquinaria está desengrasada. Es la gala más importante del Cine Español, su gala señores. Esto no es ir y que el resto haga, es también sumarse a la dinámica planteada. Implíquense. A veces no es necesario un gran presupuesto sino tener gusto. Fíjense en los premios Feroz. Cortos, directos, efectivos y divertidos. Después de 31 años no hemos aprendido nada. Cuando parece que se coge buen ritmo, volvemos a retroceder. Profundicen en los errores para no volverlos a cometer. Esto no es salir del paso. ¿De verdad cuando terminaron de plantear el guion de la ceremonia estaban contentos con el resultado? Tienen un año por delante. Aprovéchenlo, no hagan las cosas de cualquier manera. Aunque mucho me temo que el año que viene, por estas fechas, volveremos a hacer la misma petición.


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