Crítica de la semana: Los Goya 2022, una gala mediocre para tanto talento

ANÁLISIS | Semana del 7 al 13 de febrero de 2022

Hacer una gala televisión para una entrega de premios no es tarea sencilla. Suele ser mucho trabajo para un solo día, una puesta en escena que nace y muere en una única ocasión. Una tarea, casi siempre ingrata, que nunca consigue la unanimidad de criterio del público. En lo que nos ponemos de acuerdo es en sentarnos delante del televisor y por una noche transformarnos en guionistas, realizadores y técnicos de sonido. Y  oye, me parece estupendo, todos tenemos derecho a opinar y si lo compartimos con el resto del mundo mucho mejor. Ahí va mi aportación.

La gala de los Goya del año pasado fue vilipendiada por su sobriedad. La “gente” consideró que llevábamos un año de mierda y que la fiesta del cine español debía alegrarnos la velada con chascarrillos y fuegos artificiales. Y no fue así, fue una gala adecuada al contexto, solemne, emotiva y con mensaje. Lejos de ocultar la triste realidad, de todos en general y de la industria del cine en particular, el evento presentado por Antonio Banderas y Maria Casado consiguió trasladar a los espectadores el estado anímico de una profesión en cuidados intensivos. Fue una gala con sentido, haciendo que mensaje y puesta en escena fueran de la mano para traspasar la pantalla.

Algo que no ha ocurrido este año. La gala del 2022 será recordada por nada. Nada queda ya de lo de ayer y no han pasado ni 24 h. Una ceremonia insulsa, impersonal y sin un criterio común. Un batiburrillo de momentos sin ningún hilo conductor, con videos y presentaciones que parecía que habían llegado a último momento  para ir rellenando la escaleta como quien hace la quiniela. Por no ser, no fue ni un esperpento de gala, que por lo menos hubiese pasado a la historia por algo.

Tampoco ayudó mucho que no existiera la figura de un presentador, que siempre aporta su personalidad al resultado final. Ahí no había nada ni nadie que cargara con la ceremonia a sus espaldas. Parecía una reunión de amigos que iban saliendo para entregarse los premios entre ellos. Nadie al volante y un inicio de ceremonia que podía ser perfectamente el acompañamiento  audiovisual de un ascensor de hotel de cuatro estrellas, con unos fuegos artificiales que tendrían mucho que ver con Valencia pero nada que ver con el cine.

Y es una pena, porque el cine español debería de ser uno de los mayores orgullos patrios. Este año 4 candidatos españoles llegan a los Oscar, y esta hazaña es para darse golpes en el pecho. Ver a Bardem y a Cruz sentados en un patio de butacas emocionados ya te daba para media gala, solo hacía falta un poco de cariño e ingenio para hacer el resto. Joder, era el momento de celebrar un año de buena cosecha cinematográfica, de mirar al futuro con algo de esperanza debido al probable adiós de la pandemia. No era tan difícil. Había demasiado talento entre los premiados y nominados para terminar haciendo una gala tan mediocre.  Ni ellos ni los espectadores, los que vamos al cine, la merecíamos.

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