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El totalitarismo imparable de Rocío Flores en Telecinco es irrespirable: ¿Ha llegado su fin?

El totalitarismo imparable de Rocío Flores en Telecinco es irrespirable: ¿Ha llegado su fin?

Telecinco debería prescindir de una Rocío Flores inapropiada a la que en 'Supervivientes 2021' se le cayó la careta definitivamente, si es que a estas alturas no estaba ya retratada como lo que es.

Hemos llegado a un peligroso extremo en el que, no es broma, Telecinco claramente debería plantearse si reforzar las medidas de seguridad en sus instalaciones o temer si la integridad de alguno de sus colaboradores está en juego. Telecinco debería prescindir de una Rocío Flores inapropiada a la que este martes en 'Supervivientes 2021' se le cayó la careta definitivamente, si es que a estas alturas no estaba ya más que desenmascarada y retratada como lo que es. No hace falta que se explique, ella misma se destapa. Y ella misma reforzaba anoche el relato de su madre Rocío Carrasco actuando cuán rapera sacada de El Bronx.

Su participación en Tierra de Nadie fue, como mínimo, deplorable. Después, podríamos referirnos en otros términos o utilizar adjetivos que lo puedan definir mejor, pero en ese caso tal vez este artículo no vería la luz. Ya lo advertimos de soslayo en 2019 cuando esa joven tímida y cabizbaja, que temblaba como la mermelada, se iba acomodando a los platós con unos aires que, de últimas, eran irrespirables. En aquel entonces, mientras defendía a ultranza a su padre en GH VIP, ya enseñó sus cartas y tuvo serias dificultades para disimular cómo es realmente. Aunque ahí, nosotros como audiencia, no lo supimos ni quisimos ver, hipnotizados por su heredado arte de la embaucación y la pena.

Pero su trayectoria en televisión ha ido creciendo paulatinamente en los últimos tiempos. Y ha servido más que nada para encumbrar sus más altas cuotas de prepotencia, altivez, chulería, insolencia e incluso agresividad en su lenguaje no verbal. Todo eso sumado, y mucho más, fue lo que el espectador pudo ver de manera muy desagradable en el programa que presenta en Cuatro Carlos Sobera. En definitiva, todo lo que una defensora, disfrazada de colaboradora, que se precie nunca debe hacer. Rocío Flores no consiente que se juzgue el concurso de Olga Moreno y se ampara en que la están poco menos que lanzando al paredón por lo ocurrido fuera a raíz del documental de Rocío Carrasco. Si bien, para ella, Olga es absolutamente intocable y omnipotente. Es una Diosa.

Y cuidado, esa premisa la quiere imponer a toda costa en Telecinco cueste lo que cueste, sea cual sea la forma de lograrlo y caiga quien caiga. Los Flores pretenden capitalizar la cadena y no dan cabida a otra corriente de opinión que diste de la suya. Si no, es capaz de provocarse un auténtico 2 de mayo, un circo de Gladiadores. La ex superviviente reivindica y exige, a veces con la complicidad de unas lágrimas que ya no cuelan, argumentos lógicos o que no se usen las palabras manipulación, engaño o trampa si se osa a comentar la participación de esa señora en los Cayos Cochinos. No sabíamos que, ahora, los tertulianos con una carrera atesorada que llevan años y años en realities tienen que andar con un manual de estilo de la doctorada en… Bueno, completen ustedes la frase si es que pueden.

Y sí, nos referimos por supuesto a profesionales de la talla de Belén Rodríguez. Sobre ella ha pesado la sombra del veto por parte de Rocío desde que empezó ‘Supervivientes’. Es cierto que nunca se ha verbalizado u oficializado por las partes implicadas, pero a buen entendedor, pocas palabras bastan. Y que casualmente no hayan coincidido en un plató da que pensar bastante. Ro para los amigos no soporta compartir espacio y tiempo con los críticos sobre la familia y, especialmente, con su padre. Probablemente porque su artillería es tan peregrina y superflua que, aunque ice la bandera de la bravuconería, no es capaz de derribarles en un directo con razones de peso y congruentes. Prefiere jugar indecentemente con sus puestos de trabajo.

Y esa lista se va engrosando por momentos. Es curioso observar que colaboradores que han acudido al programa en calidad de ex supervivientes, el caso de Iván González o Dakota Tárraga entre otros, no han vuelto a aparecer por contradecir a “la niña” y no rendirle la pleitesía que pretende asentar. Es, como mínimo, sospechoso. Por eso, Belén, es una valiente por mantenerse firme en sus ideas, y la opinionista que se necesita en un formato de estas características. Porque efectivamente, la opinión es subjetiva, que eso es algo, por cierto, que parece que en la familia no tienen todavía muy claro. “Hay que ser más objetivo”, sentencian cuando quieren censurar a los tertulianos. Ante esto, dos cosas: o andan huérfanos de cultura gramatical y léxica y no saben que la crítica es subjetiva o es que verdaderamente quieren cargarse el género de la opinión tan arraigado en estas ventanas en televisión.

Y a esa valentía y arrojo, se une ahora el Maestro Joao, que fue el mayor aliado en la noche de este martes para desarmar a una Rocío Flores que, lejos de preservar un perfil bajo, lo único que le beneficiaría ahora; quedó retratada como nunca y perdió los estribos por completo contra todo y contra todos. Que si ataques a Belén, que si dedo amenazador a Joao, que si inadmisibles malas formas al propio presentador Carlos Sobera, que si reproches a regidores y dirección… En fin, le han dado tantas alas ya, que no hay quien le detenga ni le tosa. Y tampoco hay que poner en negro sobre blanco quiénes son los verdaderos responsables de eso, ya lo sabemos. Y si no, juzguen ustedes y saquen sus propias conclusiones.

El vidente, que se ganó un estruendoso aplauso unánime y el clamor del público, y no es para menos, supo sacar con mucho atino esa vena tan inquietante como execrable de la hija de Rocío Carrasco. Se puso muy nerviosita y no controló ni midió sus palabras o sus controvertidos gestos. El macarrismo y el pandillerismo elevado a la máxima potencia cuando sus ojos se salían prácticamente de las cuencas, cuando casi se revienta el labio de tanto morderlo presa de la ira o cuando casi se desarticula también los hombros de tantos aspavientos.

Los mismos que empleó para dirigirse a un Sobera que estuvo acertado, pero a medias. Le paró los pies tras su repertorio de exabruptos, improperios e intervenciones intimidatorias que parecían no tener fin, sí, pero no fue suficiente. El clima era sinceramente insoportable y, al final, por mucho temple y laxitud que caracterice a Carlos, fue imposible no terminar estallando ante semejante aquelarre. No obstante, andarse con ambages en este tipo de situaciones no contribuye. Y el presentador abusó de su mano izquierda y permitió que Rocío se le encarara a sus anchas con unas posturas que te invitan a apagar al instante el televisor. Otro probablemente le hubiera dado un ‘hachazo’ o le hubiera avisado con expulsarle del plató hasta que reflexionara sobre su actitud. Pero, lamentablemente, no fue el caso.

Así que, quizás, para acabar con el totalitarismo maniqueo que Rocío Flores pretende instaurar en Telecinco y en todos sus programas, se deban abandonar las medias tintas a la hora de replicarle. Quizás se deba hacer frente a su peligroso discurso y cortar por lo sano sus malas praxis. Quizás se deba abandonar el miedo que impera y no dar esas alas a quien pulveriza la libertad y quiere erigirse como una auténtica censora en estos tiempos. Quizás se deba fulminar de la tele a una joven incapacitada para estar sentada en un medio de comunicación ante millones de espectadores.

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