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La crítica de la semana: La generación sin banderas

La crítica de la semana: La generación sin banderas

ANÁLISIS DE AUDIENCIAS | Semana del 26 de noviembre al 2 de diciembre de 2018

Las banderas, como la religión,  son el principal mal de la historia de la humanidad. En las últimas semanas la televisión se ha permitido el atrevimiento de cuestionar la simbología nacional y los reaccionarios no han tardado en aparecer.

Pablo Casado y Albert Rivera deben estar arrancándose las uñas a bocados tras escuchar el nuevo himno de OT. El pasado miércoles estrenaban  ‘Somos’, la canción compuesta por los concursantes que poco tiene que ver con el mensaje edulcorado de ‘Mi música es tu voz’. Un himno que tiene más de reivindicativo que de ‘Sweet California’, con frases tan provocadoras para los amigos de los trozos de tela como: “somos pueblo sin bandera, sin límites ni fronteras. En una misma oración hay dardos para los nacionalismos y para los revisores de inmigrantes. En tiempos de políticos animando a sus feligreses a colgar banderas españolas en el balcón, desde la televisión pública dieciséis ídolos juveniles cantan a pleno pulmón que a ellos la simbología patriótica se la trae al pairo. Pues olé ellos, eso es OT, no solo un concurso de cantantes sino  también una plataforma para mandar mensajes de apertura mental a las nuevas generaciones.

A pesar de que las audiencias de ‘OT 2018’ son algo inferiores a las de la anterior edición, el seguimiento entre el público menor de 30 años es masivo. La gala del pasado miércoles se conformaba con un correcto 16% de share pero las listas de ventas y el anuncio de gira demuestra que el programa sí que ha calado como fenómeno fan. Hay ahora en España un montón de jóvenes con granos en la cara con la lista de spotify de OT a todo trapo y cantando que son gladiadoras revolucionarias construyendo la ciudad. Por mucho que Rivera o Puigdemont se empeñen en llevar la bandera hasta en el papel de wc los aires de las nuevas generaciones soplan fuerte contra cualquier símbolo de segregación. Y más allá de cuestionar los nacionalismos, lo mejor de los chicos de OT son sus menajes de tolerancia en todos los aspectos de la vida: identidad sexual, lenguaje inclusivo, solidaridad con los refugiados… Un buen número de valores que llegan cada día a miles de jóvenes; solo por eso el programa ya cumple la función de servicio público.

El sinsentido de las banderas llegaba esta semana hasta su punto de ridiculez máxima cuando Dani Mateo tuvo que ir a declarar al ser imputado por sonarse la nariz con un trapo bicolor. Uno nunca deja de sorprenderse de hasta qué punto los catetos tienen poder en este país para seguir imponiendo una censura absurda y tipificar como delito de odio cualquier ironía que distorsione sus limitados esquemas mentales. El humor es perseguido mientras un grupo de nostálgicos pasea por España a cara descubierta cantando el cara el sol. Por suerte la televisión y sus espectadores son algo más sensatos cuando siguen convirtiendo a ‘El Intermedio’ en uno de los espacios favoritos de los españoles de lunes a jueves. El pasado lunes con todo el jaleo de Mateo el programa registraba un estupendo 10,7% de share y rozaba los dos millones de espectadores. Pero más allá de los jaleos simbólicos el programa va solo. Esta semana con motivo de las elecciones andaluzas volvía el ‘Lo vota, no lo vota’ de Thais Villas, una sección cargada de ingenio que bien merecería programa propio. Mientras ‘El intermedio’ y los chicos de OT sigan aglutinando audiencia todavía hay esperanza y podemos sumarnos a su himno y gritar eso de: “Ha llegado el momento de cambiar, No hay más silencio, ahora vamos a cantar nuestra verdad”

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