María, Miki, Alba Reche y Sabela han protagonizado las actuaciones más comentadas de una Gala 9 larga, aburrida y con demasiado relleno
Durante las crónicas semanales tras las Galas de esta edición de 'OT', he evitado comparar a los actuales triunfitos con los que consiguieron cautivar a todo un país hace justo un año, pero lo cierto es que la sombra del recuerdo no hace más que aparecer noche tras noche al ver como el fallido casting de este 2018 no consigue arañarnos ese "algo" básico y crucial en un concursante de cualquier programa de televisión con parte de telerealidad.
Las galas de 'OT 2018' cuesta digerirlas, cuesta conectar. Creo no ser el único espectador en coger más de una vez el teléfono móvil, mientras escucho el programa de fondo, para ver mis redes sociales u contestar a conversaciones privadas de Whatsapp mientras levanto la cabeza y, ¡Anda, si está cantando Sabela!. ¿Por qué tengo que ESCUCHAR 'OT' "de fondo" y no VER el programa disfrutando de un formato tan potente como este?. Ese fallo de conexión con la audiencia desde sus casas es el grave problema de esta temporada. ¿Cuantas veces se ha comentado durante estos meses que los concursantes no trasmiten ni traspasan la pantalla?.
La culpa no recae en los concursantes. Currantes y constantes como pocos, pero sin darse cuenta de que la audiencia se enamorará de ellos por su personalidad. No obviemos el detalle de que 'OT' es un reality show que necesita de personajes, historias, tramas, lloros, risas, sustos, sorpresas, confesiones, aprendizaje... Nadie obliga a este grupo de jóvenes, con unos valores éticos envidiables y acordes a la juventud que nos representa, a mostrarse tal y como son en sus vidas privadas ante las cámaras de un programa de televisión. No tienen obligación. Pero sí han de ser conscientes del lugar donde están, de la oportunidad que se les ha brindado en sus vidas.
El éxito de esta edición se concentra en el Canal 24 Horas, donde una media de 40.000 personas conectan al día para ver a los concursantes esforzándose por sacar su canción para la noche de los miércoles. Esas galas son el climax de la semana, y parecen un simple examen de paso para ellos. Van, responden a una pregunta de Roberto Leal, cantan, se sientan y esperan a ver si el Jurado les aprueba o no para cruzar la pasarela. ¿Dónde está la emoción?, ¿dónde está el gusanillo en el estómago?, ¿por qué no reaccionan a las nominaciones ni a los gritos del público?. Estas preguntas innecesarias, estando a tan sólo cuatro semanas de la Final, son un síntoma alarmante de una edición que probablemente, tras apagar los focos y las cámaras, haya pasado por televisión como un programa más, sin dejar una huella memorable.
El que una Gala de 'OT 2018' falle en estructura y escaleta, teniendo en cuenta que los participantes no se meten de lleno en el juego del directo, es parte del trabajo suspenso de la dirección de Gestmusic. Sorprende que una productora con la trayectoria de excelentes programas y espacios en directo como esta, no haya encontrado el hilo argumental de una edición que se les está escapando, pese a que las firmas de discos sean multitudinarias y las visualizaciones en Youtube se cuenten por millones.
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