El porqué de las cosas catódicas.
El viernes me sentí fatal conmigo mismo. Llegué a la conclusión de que había juzgado a Raquel Mosquera prematuramente y sin conocerla, sólo dejándome llevar por su etapa frívola y montajista. Nada que ver, hay pureza y rigor rascando. Me quedé pegado en 'Sálvame Deluxe'.
Mosquera expulsaba verdad en cada furibunda mirada a cámara; rompió el cristal que la separaba de la realidad y se zambulló en el sentir popular. Sacó relatos del baúl cenagoso de una vida dramática, marcada por un amor tumultuoso hacia Pedro Carrasco. Expresó su verdad, aquella que diligentemente decidió callar por honestidad al hombre de su vida.
Se destapó, habló desde la víscera y escupió reproches hacia una Rocío Carrasco tan mediática como desdibujada. Dicen en 'Sálvame' que esto es sólo el inicio de una larga batalla moral y televisada por parte de la peluquera. Se hartó de infamias, mentiras y medias verdades narradas bajo la seda monetaria de una revista de postín. Flaco favor se hace a sí misma Carrasco al mantenerse en un hermetismo absurdo y que la aleja de un público ávido de verdad.
Me da que la mierda le va a reventar en la cara, por más razón y motivos que sólo conoce ella. Lo incontestable es que no se habla con nadie de la familia y que sólo cuenta con el amor de su marido Fidel. Lleva mucho tiempo mendigando protección a los mandamases de la fábrica de la tele para que su hija no se siente en ningún plató. Me dicen que la chavala ha tocado hasta cuatro veces el timbre, en connivencia con su padre Antonio David.
Lo que desconoce Rociito es que donde ella ve lealtad férrea puede que sólo haya prudencia a crédito. Me aseguran que van a pedirle dentro de poco a Rocío Carrasco un plató donde se desquite y cuente su historia a calzón quitado. Eso sí, zorros como son, pretenden denegarle desnudarse en casa, con las Campos en Qué tiempo tan feliz. No, tiene que revolcarse en el barro Deluxe. Ella se sigue negando en redondo, pero la protección le conviene más por una realidad engolada de cuatro horas. Estén atentos porque puede que la Navidad venga con regusto cantarín y de boxeo.
Ahora, estoy viendo a David Bustamante con Bertin Osborne. Jamás me cayó bien este tipo, lo veo insulso, egocéntrico, déspota, primario. Por no hablar de esa relación sentimental de plástico que mantiene con una tal Paula Echevarría. Solo se dedican a manifestar el amor que se profesan, con tanta profusión que no le conceden al buen gusto ni un suspiro. No traspasan el alma del espectador cuando pretenden hacer trabajar a la caja registradora. David, cariño, dedícate a lo que mejor sabes, cantar. Y cállate. Te haces un inmenso favor. Y tú, Paula, dedícate...¿Qué haces en tu vida? Ah, sí, escribe sobre moda. Prefiero en mi vida chutarme en vena dosis de verdad por parte de Raquel Mosquera, que tener que ver una felicidad tan torticera como los dientes blancos de Bustamante y sus músculos palpitantes que casi me dejan tuerto.
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