Escribir sobre 'La casa de los gemelos 2' es lanzarse de lleno a las profundidades de la contradicción. La hipnotización que produce el formato es directamente proporcional a las dudas morales que me asaltan a medida que avanza la trama. No puedes despegarte de la pantalla, y no por ello dejas de cuestionarte si lo que se está emitiendo a través de YouTube puede tener un efecto pernicioso en todos aquellos que lo estamos consumiendo. Y, lo más importante, si afecta a la salud mental de quienes habitan entre esas cuatro paredes. Después de su primera semana en emisión, toca recapitular e intentar poner orden en toda esta contradicción.
Los datos son incontestables: estamos delante de la gran revelación de 2025. El reality de convivencia de Zona Gemelos se come con patatas, a nivel de reproducciones digitales, a los otros grandes escaparates de convivencia que hay actualmente en emisión. Por poner un ejemplo: si un reparto de temas de OT es considerado un exitazo cuando roza los 200.000 espectadores en YouTube, 'La casa de los gemelos 2' ha llegado a sobrepasar el millón de espectadores en su primera semana. Aunque estos datos, por ahora, no son comparables a los que se registran en la televisión convencional si lo medimos en espectadores únicos.
Sin un gran grupo audiovisual detrás, sin los medios convencionales promocionando el evento y sin, aparentemente, anunciantes, el reality producido por estos dos gemelos madrileños ha conseguido seducir a la audiencia y convertirse, día tras día, en lo más comentado en las redes sociales. El mérito, en términos de repercusión, es considerable, y más teniendo en cuenta los escasos medios económicos que sostienen el concurso. Su rentabilidad la desconocemos; lo que sí es innegable es la capacidad de hacer un show que proporciona ingentes horas de contenido con un presupuesto infinitamente menor al de sus competidores en los medios tradicionales.
¿Que algo lo vea mucha gente lo legitima directamente? La respuesta es obvia. Si Los juegos del hambre dejaran de ser una ficción y se emitieran en YouTube, también lo verían miles de personas, y no por ello serían admisibles. Pero, más allá de esta exageración que me he permitido, que un producto audiovisual se consuma mucho no es motivo suficiente para legitimarlo, aunque sí para replantearnos hasta qué punto los modelos televisivos tradicionales han quedado obsoletos para que algo proveniente de los márgenes haya alcanzado este impacto social.
'La casa de los gemelos' tiene cosas maravillosas, como la comicidad que produce la simple existencia de alguien como La Falete o La Marrash, pero también tiene su cara oscura, que sería muy hipócrita ignorar. Detrás de ese divertimento hay también conductas reprobables, y el problema no es tanto que existan, sino que no haya cierta autoridad dentro del programa para señalarlas. Que dos personas se peleen está dentro de las posibilidades en una convivencia, pero que no haya nadie para cuestionar la transfobia, el racismo o el machismo que se respiran en esa casa es preocupante. No puede ser que la autoridad moral en 'La casa de los gemelos 2' sea Coto Matamoros, un señor que subía recientemente una foto de la hija de Zapatero a su cuenta de X acompañada del siguiente comentario: "La gótica vacaburra ya tiene vivienda en propiedad. Le han salido ‘listas’ las hijas a Zapatero".
Siempre es difícil determinar los límites del bien y del mal, pero entre tener que llamarle "agua con misterio" al alcohol para no ofender a nadie y ver a una persona emborracharse hasta perder el sentido, debería existir un término medio. Ahora los medios y la sociedad se hacen los sorprendidos por lo que se ve en 'La casa de los gemelos 2', cuando las redes sociales llevan años siendo una ciudad sin ley a la que ninguna institución pública se atreve a plantar cara por el poder que ostentan. Mientras la televisión lleva años regulada hasta el ridículo, el entorno digital campa a sus anchas, propiciando actitudes y discursos de muy dudosa legalidad.
El reality de los gemelos no deja de ser una ventana a una realidad que ya existe. Nos guste o no lo que nos enseña, menospreciarla desde los altares del clasismo social sería un error. Somos humanos y, como tales, también nos alimentamos de miserias ajenas. Nuestro instinto nos lleva a salir escopeteados al balcón si escuchamos alguna pelea en la calle o a mirar por la ventana si nuestros vecinos se dedican a las artes amatorias. Así somos, y no hay que fomentarlo, pero tampoco castigarlo.
Consumir 'La casa de los gemelos 2' como un divertimento puede hacerse, siempre y cuando haya cierta conciencia crítica. Y lo sé: nadie reparte carnés al respecto; es imposible delimitar quién la posee y quién no, pero podríamos empezar a regular el entorno digital en función de la edad de quienes acceden a él. En Australia, por ejemplo, ya se han puesto las pilas esta semana y es el primer país en el mundo que prohíbe las redes sociales entre los menores de 16 años. Se trata de utilizar los mecanismos necesarios para poner orden, no solo vetando la entrada de los menores a estos contenidos, sino también desmadejando los algoritmos que potencian ciertos tipos de comportamientos.
Puestos a exigir, el programa también debería cimentarse en un equipo psicológico que cuide de la salud mental de sus concursantes. Está muy bien jugar a ser creadores de contenido, pero cuando trabajas con seres humanos tienes que rodearte de especialistas para no poner en riesgo a quienes te dan de comer. Un ejercicio de responsabilidad nunca viene mal.
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