La tele en abierto, un lugar hostil para el público de izquierdas con Miguel Lago o Mario Vaquerizo

La moral ya no se difunde desde los púlpitos eclesiásticos, ahora se esparce desde los platós de televisión. La derecha ha tomado el control de la mayoría de espacios y cuesta encontrar voces discordantes con el discurso hegemónico.

Os propongo un juego; poneros con la libreta delante de la tele y contad la cantidad de opinadores de izquierdas y de derechas que hay en los magazines de entretenimiento. No me refiero a las tertulias estrictamente políticas, que se esfuerzan en tener paridad en sus mesas, sino en este nuevo género de mesa camilla que consiste en el que opinólogos de toda índole analicen los efectos de la subida de precio de la col lombarda. Una vez hechos los números, ya veréis hacia dónde se decanta la balanza ideológica..

La tele del 2023 es tremendamente conservadora. La derecha ha tomado el control de la mayoría de espacios y cuesta encontrar voces discordantes con el discurso hegemónico. Lejos quedan aquellos tiempos en los que el artisteo, mayoritariamente con ideas progresistas, se movía por la pequeña pantalla como por su casa. Ahora lo que prima es una falsa idea de libertad, defender los intereses de unos pocos respecto al resto y acallar todo aquello que cuestione el orden establecido. Aunque nos pretendan engañar con supuestas voces de izquierdas, véase Xavier Sardá en ‘TardeAR’, lo que termina imperando en la pequeña pantalla son los discursos conservadores. 

El mejor ejemplo es ‘El Hormiguero’ y su mesa de actualidad. El programa de Pablo Motos ha acentuado su carga ideológica en los últimos años inclinándose claramente hacia la derecha. En su tertulia de actualidad tenemos a Tamara Falcó, Juan del Val, Miguel Lago, Cristina Pardo, Rubén Amón, María Dabán… una corte de colaboradores claramente «muy progresistas» que se caracterizan por su simpatía hacia las tesis marxistas. No me aventuro demasiado si digo que en este grupo podríamos encontrar a votantes de Vox, del PP, del PSOE e incluso hay alguno que sigue votando a Ciudadanos…, pero no busquen entre ellos a simpatizantes de Yolanda Díaz. Y ya no hablemos de Bildu o de ERC, esa España periférica no tiene presencia en el nido de las hormigas a no ser que sean el señor de las anchoas de Cantabria. 

Los opinadores de Pablo Motos cojean hacia la derecha. Algo que también es evidente en las tardes de Ana Rosa, donde es imposible escuchar cualquier argumento mínimamente subversivo. Aunque Mario Vaquerizo de tan recalcitrante ya parece antisistema. Esta semana el marido de Alaska nos deleitaba con un alegato anti ecologista que hacía las delicias de su presentadora. Y todo eran jijis jaja mientras un señor hacía apología de la contaminación como forma de vida.

La semana también nos ha dejado un debate interesantísimo sobre cómo debería comportarse Aitana en el escenario. Una polémica creada de la nada en la que los opinólogos televisivos han considerado que el show de la catalana era demasiado horny para su público. Hemos tenido que escuchar a señoras en traje chaqueta acusando a la artista de sexualizar las infancias. La moral ya no se difunde desde los púlpitos eclesiásticos, ahora se esparce desde los platós de televisión.

Pero eso no ha sido todo en el imperio de la moral conservadora. Miguel Lago, que lo de la sátira política le sabe a poco y ahora se ha pasado al hooliganismo, invitaba a Irene Montero a ejercer de cajera del Mercadona, como si eso fuera un demérito profesional. Lago en su etapa en Antena 3 parece liberado, como si llevara años reprimiendo su verdadero ser y ahora haya podido soltar toda la bilis que le produce el gobierno de Pedro Sánchez. 

La tele en abierto se ha vuelto un terreno hostil para el público de izquierdas. Evidentemente que hay excepciones, ahí está ‘El Intermedio’ resistiendo con casi 20 años a sus espaldas. Pero a grandes rasgos no nos equivocamos si afirmamos que la pequeña pantalla en los últimos tiempos se ha vuelto mucho más conservadora. El público mayoritario que consume televisión ha envejecido y los responsables de las cadenas han preferido contentar a la audiencia más senior en vez de tener cierta apertura ideológica para captar a otros espectadores. Ánimo a los que nos gusta la diversidad, siempre nos quedará salir a las calles y ver una España mucho más plural de la que se empeña en mostrarnos el televisor.

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