‘Pesadilla en la cocina’ cierra temporada con una batalla campal

La nueva y última entrega del exitoso programa de ‘La Sexta’ no estuvo exenta de broncas.

La reciente temporada de ‘Pesadilla en la cocina’, que corrió un tupido velo por vacaciones, ha acabado como empezó: con acritud y peleas descomunales entre Alberto Chicote y los trabajadores de los establecimientos en los que se han realizado cada entrega. Esta vez, el anfitrión se desplazaba hasta Elche, Alicante, para sacar a flote una bocatería. Fue la novia del propietario, Cristian, quien pidió ayuda al veterano cocinero.

El negocio se encontraba al borde de la quiebra y pronto se pudo comprobar por qué cuando Cristian montó en cólera cada vez que Chicote le rencillaba por el estado del local y la forma de proceder. El chef recibió todo tipo de insultos, pero, lejos de achantarse, le recriminó que no eran un simple “puto cocinero” y que estaba allí para ayudarle; algo que parecen olvidar como ha quedado demostrado en cada episodio. Con todo, el cruce de reproches iba encendiendo el candelero hasta tal punto que Cristian, absolutamente enajenado, empezó a dar patadas a las sillas y a dar puñetazos sobre las mesas. En fin, una escena que descolocaba al espectador y que daba la sensación de que estaba viendo más bien ‘Hermano mayor’.

Alberto Chicote intentó quitar hierro al asunto haciendo uso de la ironía y el humor, pues no podía continuar por esa senda. Y no porque entrara en pánico por el desmedido carácter del propietario, pues sabemos que tiene coraje suficiente como para lidiar en cualquier ruedo. Sin embargo, optó por rebajar la tensión y llevárselo a su terreno. “Tenemos un negocio pequeño, que debería de ser muy sencillo, pero con personas muy inexpertas es complicado. Vamos a centrarnos y a sacarlo adelante”, sentenciaba el cocinero.

Para ello, se cambiaron de roles para testarle en la sala, pero ni con esas. «Joder, qué tío más cabezón. Con 20 años no entiendo cómo se puede tener la cabeza tan dura, macho«, le recriminaba Chicote después de confirmarse que segundas partes nunca fueron buenas. Aun así, al presentador le quedaban todavía arrestos para ayudar, pero todos los planes se trastocaron. Cristian seguía sin poner de su parte. «Soberbia, chulería, caos… Los ingredientes perfectos para que las cosas nunca funcionen. Ninguno de ellos está en condiciones de mejorar el trabajo con la actitud que tienen ahora», explicaba Alberto decepcionado pues su cometido no daba frutos.

Finalmente, sometió a las dos parejas que llevaban la bocatería a una especia de terapia que les valió para templar gaitas. Y junto a una remodelación del menú de tapas, parece que se notó una ligera mejoría, pero, como dijo la ayudante de cocina, “Cristian no cambia”, y hasta que no se centre, no terminará de resurgir un negocio que hace aguas por todos lados. Chicote concluyó invitándole a controlar un carácter que él también ha demostrado en cada entrega y que seguro ha sorprendido. No es oro todo lo que reluce.

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