La crítica de la semana: Adiós a la infancia

ANÁLISIS DE AUDIENCIAS | Semana del 1 al 7 de enero de 2018

Los primeros días del año siempre vienen acompañados de formatos televisivos pensados para los más pequeños. La frontera entre lo infantil y lo adulto se difumina para ofrecer una programación no apta para almas con poca simpatía hacia las criaturas.

Cada temporada se viene repitiendo la misma dinámica con ‘MasterChef Junior’, a priori genera poca expectativa por no ofrecer nada nuevo, ya nos sabemos su mecánica de memoria y los jueces y la presentadora son siempre los mismos. El concurso culinario empieza con audiencias bajas pero a medida que se desarrolla la edición siempre aparece uno o dos niños que te atrapan con su carisma, seduciendo a la audiencia hasta rondar el 20% de share. Con un presupuesto público que ya querría para sí la estilista de ‘OT’, el talent de La1 consigue almibararnos a todos con el toque justo de emoción y de simpatía de los mini aspirantes. Sorprende observar los patrones adultos que reproducen muchos de los niños, adoptando aptitudes fuera de lo habitual por su edad, recreando aspavientos y sentimientos de los concursantes de las ediciones adultas. En toda esta maraña de teatralización televisiva, la productora siempre consigue encontrar algunos perfiles infantiles que mantienen la naturalidad y espontaneidad propias de su edad. El sentimentalismo  o el instinto paternal están más acentuados que nunca en estas fechas y ‘Masterchef Junior’ sabe jugar sus cartas para seducir a un público de todas las edades con hambre de emoción entre fogones.

No hay combinaciones infalibles en televisión, la fórmula niños y Navidad no es perfecta y sino que se lo pregunten a Carlos Sobera. Uno de los mayores despropósitos de estas fechas lo hemos podido ver en Telecinco con la emisión de ‘Little Big Show’, un formato que todavía no sabemos muy bien de qué va y que no llega al 10% de share.  Me imagino a los guionistas del programa desarrollando su sinopsis y estrujándose las neuronas para encontrar una definición a todo este desaguisado. Supuestamente son niños que vienen a enseñarnos sus talentos pero sus habilidades no van más allá de la de cualquier pequeño de nuestra familia que el día de Navidad decide obsequiarnos con un villancico desafinado o un poema mal recitado. Carlos Sobera actúa como un monologuista de casino de la tercera edad, enfrentándose a niños que pretenden ser graciosos y terminan resultando maleducados, con el consiguiente aplauso y carcajada de un público que secunda todas sus irreverencias. Lo peor del caso es observar a los padres de las criaturas en las gradas, jaleando con orgullo las “gracietas” de sus hijos, que seguro que han estado preparando juntos en casa. Niños teledirigidos por adultos que pierden toda su inocencia pero que tienen manga ancha para soltar burradas escudados por su edad.

Seguimos con los niños y en este caso toca hablar de la protagonista absoluta del último mes. A pesar de sus 33 años María Lapiedra se define como una niña grande y los que la observamos no sabemos si sus actos responden a su inconsciencia o hay algo de astucia en todo ello. El culebrón que protagoniza junto al paparazi Gustavo González lleva semanas nutriendo las tardes de Sálvame con grande datos de audiencia. La versión ‘Deluxe’ también se ha beneficiado de sus protagonistas y este sábado lograba un notable 15,7% de share con la enésima visita de Lapiedra.  La que fuera durante años un personaje terciario de la prensa rosa ha logrado seducir al público con su llanto desesperado y su falta de pudor. Para ello era imprescindible relacionarse con un animal de la esfera de ‘Sálvame’ y la catalana encontró en Gustavo el blanco perfecto, a partir de aquí la maquinaria perfecta del formato se encargó de cebar el vodevil. Solo el público pondrá fin a este culebrón pero de momento sus amantes parecen dispuestos a dejarse todas las vísceras en los platós de televisión.

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