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Crítica de la semana: 'El Hormiguero' y el triunfo de lo insustancial

Crítica de la semana: 'El Hormiguero' y el triunfo de lo insustancial

ANÁLISIS | Semana del 19 al 25 de septiembre de 2022

'El Hormiguero' es uno de los valores más seguros de la televisión y el programa diario más visto en España. Dicho esto, que no es nada menor, también expongo a continuación la poca simpatía que me despierta el contenido que ofrece cada noche este nido de hormigas.

El éxito del programa de Pablo Motos es incontestable. Y si tenemos en cuenta los datos en este arranque de temporada podemos decir que se encuentra en uno de sus mejores momentos. En estos tiempos de bajo consumo televisivo, son muy pocos los espacios que superan los dos millones de espectadores, y ‘El Hormiguero’ los alcanza cada noche, llegando incluso a superar los 3M con la visita de Joaquín el pasado jueves.

Antena 3 está en un momento muy dulce. Dulce nivel Pepsi. Todo les funciona y cada estreno recibe una acogida del público inmejorable. Pero para llegar a este punto y tener esta predisposición por parte del público, hay un camino previo. Un trabajo de hormigas que labran su futuro paso a paso y con paciencia. Parte esencial de esta andadura, que lleva años de siembra, se ha trazado gracias a la aportación diaria de ‘El Hormiguero’. Un formato inalterable en la parrilla que se ha mantenido impertérrito en su horario, fidelizando a una audiencia que sabía dónde encontrar siempre el show de Motos. Este asentamiento en una franja no es algo baladí. Somos animales de costumbres y de anclarnos a las certezas, el saber qué siempre está ahí, ayuda.

Tras lo expuesto, solo cabe aplaudir el buen rendimiento comercial del programa de Pablo Motos y sus hormigas. Es innegable su capacidad para entretener a los espectadores durante tantos años y seguir como primera opción de su franja noche tras noche. También es verdad que su principal competidor parece entretenido intentando reflotar una granja y retrasando su prime time para maquillar un poco el share de sus productos estrellas. Una estrategia cobarde por parte de Telecinco que solo hace que afianzar ‘El Hormiguero’ como el verdadero pulmón de Antena 3. El corazón se lo dejamos a  ‘Pasapalabra’.

Estos son los datos; Trancas, Barrancas y compañía gustan. El programa tiene la virtud (o el sopor) de no incomodar. De reunir a las familias frente al televisor independientemente de su edad. Es un programa “amable” para ver durante la cena, siempre y cuando no tengas miedo de idiotizar a tus descendentes. España sería mucho mejor si las familias se reunieran a la hora de cenar para ver ‘El Intermedio’, pero hasta que esto no pase, Ayuso seguirá siendo la reina de Tabarnia.

El único atractivo que encuentro a ‘El Hormiguero’ es su capacidad para coleccionar buenos invitados. No hay otro programa en España capaz de aunar tal variedad de grandes nombres en sus sillas, pero sinceramente, creo que están tremendamente desaprovechados. Muchas veces, mientras los veo ahí sentados, pienso: si yo fuera el invitado la gente fliparía con mi nula reacción ante los chascarrillos del programa. Admiro profundamente su habilidad para no parecer incómodos cuando se ven inmersos en esta yincana infantil.

Pero más allá del engranaje, con un despliegue de producción envidiable, lo que más chirría del formato es cuando se pone moralista o coquetea con la actualidad políticosocial. Gente, por lo general, poco formada se dispone a esparcir idolología entre broma y broma. Tamara Falcó es el máximo exponente de este esperpento. Una señora afín a la organización ultracatólica ‘Hazte Oír’  tiene cada semana su púlpito para sentar cátedra sobre la vida del resto. Y sinceramente, soy de los que defienden que casi todas las opiniones tienen cabida en televisión, pero siempre adecuadas a un tono y a un contexto.

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