'La Casa Fuerte 2': Los límites del surrealismo televisivo

La crítica de la semana: Los límites del surrealismo

ANÁLISIS | Semana del 23 al 29 de noviembre de 2020

El surrealismo televisivo es un arte encomiable. Durante todos estos años la pequeña pantalla nos ha regalado momentos delirantes que se han convertido ya en historia de España. Pero no solo de estos memes puede vivir un formato, hay que elaborar un poco más el contenido para que los programas tengan algo de peso y no se ahoguen en la más absoluta intrascendencia.

‘La casa fuerte 2’ es el mejor ejemplo de la ley del mínimo esfuerzo. Cuatro juglares de saldo encerrados en una finca y poco más, ni dinero ni ingenio para dar algo de sentido a un formato que solo ha nacido para ocupar el hueco de ‘GH Vip’. Telecinco necesita un reality al no poder emitir el clásico y se conforma con un sucedáneo para tener la parrilla completa. Un parche temporal hecho de cualquier manera a la espera de tener permiso para comprar unos pantalones nuevos.

Viendo los primeros días del reality pensaba que tenía un pase si te lo tomabas a risa, pero con el transcurso de las semanas veo que no se sostiene por ningún lado. Más allá de ver los aspavientos de alguna diva destronada o de la ironía de Jorge Javier Vázquez, el programa no tiene ningún aliciente más al que agarrarse. Ni tramas ni emociones que consigan que el espectador aguante más de 5 minutos, a no ser que se quede dormido.

La audiencia de esta segunda edición de ‘La casa fuerte’ no está siendo todo lo mala que cabría esperar, más por la pasividad de la competencia que por mérito propio del formato. El jueves marcaba un notable 19,9% de share al no tener ningún rival de peso en el resto de canales, mientras que el martes se conformaba con un escueto 12,2% viéndose ampliamente superada por ‘Masterchef Celebity’ y ‘Mujer’.

Y para momentos surrealistas los vividos en el programa ‘¿Quién educa a quién?’ de Televisión Española. Todo lo que tiene de moderna la escenografía de este debate lo tienen de bizarras las opiniones de algunos de los mamotretos que han desfilado durante la primer temporada del formato. Y no me refiero precisamente a Omar Montes o a Dakota, invitados ilustres en los primeros capítulos, sino a los mendigos intelectuales que han acudido para defender posturas en contra de la libertad y el sentido común. Una cosa es traer a alguien para ofrecer un contrapunto y la otra dar voz a freaks con muchas ganas de foco mediático.

El lunes Mamen Ascencio se despedía de la audiencia con un coloquio sobre el futuro de la educación española tras la aprobación de la nueva Ley de Educación. Para ello invitaban a un joven presentado bajo la piel de cordero de un estudiante pero que en realidad forma parte de las Nuevas Generaciones del PP. El tal Ruben afirmaba en tono afectado que en Catalunya si vas a un establecimiento y hablas en castellano nadie te atiende. Una patraña del tamaño de Rusia que nadie se encargó de rebatir al momento.

Por suerte solo un 5,4% de la audiencia estaba viendo el programa el lunes. Pero así nacen las fake news y se incita al odio, dando la palabra a difamadores sin nadie delante que levante la voz para contrastar sus informaciones. A este tipo de bufones hay que invitarlos para ridiculizarlos, no para elevarlos a la categoría de testimonios. Los delirios de los fanáticos pueden tener su gracia siempre y cuando se contextualicen dentro de de los límites de la mentira.

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