ANÁLISIS | Semana del 6 al 12 de septiembre de 2021
A veces una denuncia falsa sirve para poner las cartas sobre la mesa. Y de qué manera. No seré yo quien encima le ría las gracias al denunciante, bastante dura debe ser su vida para llegar a estos extremos, pero tampoco nos sumemos al mantra de estos días del daño que hace esta denuncia falsa al colectivo. Lo que perjudica al colectivo no es la veracidad de la noticia, lo que lo daña y pisotea son los discurso de odio heredados de generación en generación en el sistema heteropatriarcal.
La televisión, como parte de la cultura de un país, se ha encargado de seguir perpetuando los discursos de odio hacia un colectivo. Durante años hemos visto humoristas sin gracia recitar chistes sobre mariquitas, informativos obviando realidades contrastadas y tertulias de actualidad dando voz a sicarios del odio. Con la denuncia de esta semana y la posterior confesión final del “agredido”, hemos seguido viendo todas las caras de la homofobia. Desde los que niegan las agresiones al colectivo LGTBI+ a los carroñeros que aprovechan el ruido de la falsa acusación para estigmatizar a los que todavía sienten miedo cuando van por la calle.
Todos los políticos han intentado sacar rédito del asunto, pero la verdad es que aquellos que lo hacen en beneficio de la mejora de los derechos humanos me importa un pepino si con ello solo buscan rascar un escaño. Los peores son esos predicadores que aprovechándose del miedo de un pobre atormentado deciden negar el todo. Esos que dibujan una España unida en la que todos convivimos en armonía mientras tengamos la boca cerrada y en la que el enemigo siempre viene de fuera.
Mal ejemplo periodístico el que dio Vicente Vallés en su informativo nocturno de Antena 3. El presentador utilizó la denuncia falsa para volcar su odio habitual hacia la izquierda, en vez de abrir el foco y poner de relieve la cantidad de agresiones homófobas que tienen lugar cada día en esta España que tanto ensalzan. Mucho más acertado Pedro Piqueras, que poco sesgo ideológico demostró al ceñirse a la noticia y contextualizar el caso con el alarmante aumento de denuncias del colectivo.
Sinceramente, no creo que hayan más ataques homófobos actualmente que hace 10 años, lo único que ha cambiado es que hay menos miedo a denunciarlos. Y todavía faltan centenares de agresiones por denunciar que se quedan escondidas en las lágrimas del miedo o de la vergüenza. Con todo el ruido provocado esta semana, si te agreden, que nadie te cuente que te van a cuestionar más que antes por culpa de un pobre chico, lo iban a hacer igual. No están preparados para replantear un sistema del que llevan sirviéndose durante siglos.
De todo el jaleo de esta semana también deberíamos recapacitar sobre la inmediatez de la información a la que nos tiene acostumbrados el siglo XXI. Quizás no hace falta que nos enteremos de todo al minuto, a veces las noticias necesitan su tiempo para ser contadas. No nos convirtamos en devoradores de información ni en altavoces sin filtro. No es fácil y todos tenemos los dedos muy rápidos para indignarnos en Twitter, pero bastantes motivos tenemos para cabrearnos de verdad como para no esperar un poco antes de sumar otra agresión a la lista. Lo digo por nosotros mismos y por el bien del periodismo, me resbalan completamente los que aprovechan un equívoco para seguir negándonos. Esos solo hablaran cuando hayamos muerto, y algunos miserables, ni eso.
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