OPINIÓN | Bertín subleva a los memos

 Por Jesús Carmona
  El porqué de las cosas catódicas. 

  
Osborne está de promoción de su nuevo disco, ‘Va por ellas’. Emparedaron y desvistieron la picardía y el cebo mediático con él dentro, es un zorro viejo de los titulares ardientes, y puede que hirientes para una flamante sociedad que saca los tanques cuando un resquicio sensacionalista asoma la pata. Como todavía no me termino de creer que todo esté recomprado en el mercado trilero de lo vacuo, que vivimos en una sociedad en la que retozamos lo rebozado en harina televisiva y ruidosa, cuando me previenen con dado admonitorio: «Ya verás lo que dice Bertín mañana», me lamo a mí mismo y palmeo con las orejas lo que estimo como golpetazo periodístico de órdago. 
Me asalta una taquicardia galopante y descuento los minutos para que lleguen las 5:00 o 7:00 a.m, momento en que los portales digitales sueltan la liebre a campo abierto y con libertad sin fianza. Y ahí teníamos el titular de Bertín Osborne por el que casi toda la flora y fauna del mercadeo de las letras había hecho cola en el juzgado contencioso administrativo de lo espantajo, irrisorio y condenable a título de pañal. «Antes podías hacer un chiste de los tartamudos y no te estabas riendo de los tartamudos y de los enanos, y los gangosos, y los mariquitas», arguye Osborne con su habitual desarreglo. 
Hay quien al segundo sentenció y pidió silla eléctrica para el presentador. Si te detienes a analizar la frase de marras, ¿qué contiene censurable o deleznable? ¿Qué dijo Bertín que pueda escamar ahí? Yo no me he sentido insultado o subestimado por sus palabras, en la parte que me toca. Para nada. Lejos de eso, refrendo sus palabras. No sabemos leer, señores. Actuamos como borregos ante ensayos amenazantes de chiste barato. Es rigurosamente cierto que estamos viviendo épocas dictatoriales en las que no concedemos un mínimo de sentido del humor a nada, ya todo se somete a un juicio magnánimo y censurable en grado sumo. Es verdad que vociferamos a favor de la libertad de expresión y OPINIÓN mientras ahorcamos en privado a quienes osan expresarla sin crédito.
Que hagan un cónclave, por favor, en el que los enanos, los tartamudos, los gays y demás congéneres expliquen que, lejos de sentirse golpeados en su moral, se ríen de ello. Creo en la inteligencia emocional de todos ellos. Sólo cuatro ‘mataos’ son capaces de gritar sin voz ante semejante titular de Osborne. Y de los cuatro, tres lo hacen por desacuerdos políticos con Bertín, el cual nunca ha sombreado su tendencia ideológica. Me entristece y me encabrita semejante gilipollez. 
Preocupémonos de asuntos serios de verdad, de violadores, de sicarios emocionales, de maltratadores físicos y anímicos, de practicantes de bullying, de gente sin luz que danza en el ritmo hipnótico de nuestras vidas batallando por dejarnos sin brillo, como los dementores en Harry Potter. Acabemos con frases tan lapidarias de maltrato como la que sigue: Mi marido me pega lo normal o mis amigos me pegan porque me lo merezco. Ambas reales, oídas o leídas por mí. Hagamos de cada día una reivindicación de lo que deberíamos ser.


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