Goya 2018: La reivindicación del feminismo en una gala errática

Todavía estoy intentado recuperarme. Quiero pensar que lo que ocurrió ayer no fue real. No puede ser verdad una gala tan desastrosa de principio a fin. El cine español celebró ayer su gran noche con la peor ceremonia de los Premios Goya que se recuerda. 

32 ediciones y parece que no hemos aprendido nada. Al frente del evento se encontraban Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla. Esto no hacía presagiar nada especialmente relevante, pero tampoco un desarrollo tan errático. Ambos salieron al escenario con un ímpetu forzado, con las maneras a las que nos tienen acostumbrados. Pronto Sevilla se quedó solo ante centenares de butacas, y empezó el declive que no remontó hasta que salieron los créditos. Se encargó prácticamente de la totalidad del monólogo inicial, un discurso que marca el ritmo de lo que vendrá. Eso si hubiese tenido ritmo, pero no lo hubo. Por ningún lado. Parecía improvisado. Fue destacando a los principales nominados, con algún chascarrillo manido, muchos silencios y trufado con alguna reivindicación feminista que venía por guion. Creí pensar que tiraba de memoria y con los nervios costaba recordar, pero tenía prompter. No se entendían, por tanto, las pausas entre los chistes y las alusiones a los presentes. Tras esta intervención que terminó con el mismo entusiasmo de su inicio, usaron al Langui para buscar a Joaquín Reyes. Sevilla le pidió que lo hiciera «con rapidez», una broma que repitió varias veces por si no se había entendido. Esto dio paso a un vídeo en el que anunciaban de alguna manera, casi por salvarse el trasero, que podía haber errores en la gala.

Y así fue, sin embargo no hablamos de fallos puntuales preparados, hablamos de la gala en su totalidad. Muestra de ello, de nuevo, fue un sketch donde supuestamente leían los móviles de los presentes al estilo Perfectos desconocidos de Álex de la Iglesia. Todo para acabar encontrando un terminal de chocolate del director que los dos se llevaron a la boca y fingieron que los dientes se les quedaban negros. Una de esas bromas que haces con tus amiguetes desde que se descubrió el  cacao.

Ni tan siquiera un momento tan especial como el Goya de Honor a Marisa Paredes tuvo la solemnidad y la belleza obligada. Fue de corrido, sin un clima acorde. Un vídeo que entró como cualquier otro, una presentación como cualquier otra. Más pronto de lo esperado que lo mismo podía haber sido el Goya honorífico como el de Miss Simpatía 2018. Pero lo peor estaba por llegar, salieron Sevilla y Reyes con celo de oficina colocado en los ojos, labios morcilleros y una barba perfilada con rotulador Carioca para dar paso a la candidatura de maquillaje. No, aquí tampoco había gracia alguna, era más estupor o incredulidad a que aquello pudiese ser cierto en una gala a la que se le debe presuponer unos mínimos de calidad.

Se prepararon algunos vídeos, uno de «Los actores primordiales» que no había por donde cogerlo, y otro de las «musas» del cine español personificadas en Miren Ibarguren y Mariam Hernández. Este último fue uno de los momentos más graciosos de la noche por el buen hacer de ambas. Se pudo ver a Boyero, el hater del cine patrio, haciendo una crítica en rigurosa grabación que parecía -como todo- improvisado a última hora. Por último, Paquita Salas fue la estrella de la noche, aunque tampoco tuvo excesiva competencia en el guion. Muchos pedían que la próxima gala la presentase ella, encarnada por Brays Efe. Tampoco nos vengamos arriba. El momento fue sublime, pero hubo un pequeño inconveniente, los presentes parecían no saber quién era. Los chistes nos les sonaba porque quizá no habían visto, ni tan siquiera, la serie. De nuevo los asistentes mostrando su desafección máxima por una noche en la que debería involucrarse más.

No toda la responsabilidad va a caer en los maestros de ceremonia, una vez más, y van 32 ediciones, los presentes no juegan a favor de obra. También es su noche, también es su responsabilidad sumarse al juego. Estaban a otras cosas, con ganas de que pasase la gala. No había risas y eso desestabiliza hasta al cómico más seguro. Que es cierto que no hubo mucho espacio para la carcajada, pero cuando se dio el mínimo resquicio no se sumaron. Van de espectadores cuando deberían ser parte activa.

Reivindicaciones necesarias

Quizá fue lo más destacable de la gala de ayer. Mujeres y hombres luchando por la igualdad de oportunidades en la industria. Se pudo ver a la mayoría de los presentes portar un abanico rojo con el hashtag#+mujeres que repartió la Asociación de Mujeres Cineastas (CIMA). Una iniciativa que, al parecer, no fue bien vista por la organización de los premios que llegó a prohibir que se entregasen más de los que ya se habían filtrado. Reivindicaciones en Televisión Española las justas. Aun así, las más de tres horas de ceremonia estuvieron repletas de necesarios discursos, de intervenciones con mensajes directos a la industria, al gobierno y a los creadores del evento. Una vez más, a última hora quisieron imprimirle un carácter feminista cuando ya tenían todo estructurado, dirigido, presentado y guionizado por hombres, cuando solo el 27% de los nominados eran mujeres. Y todavía, con este percal, algunos como Arturo Valls o Miguel Ángel Muñoz declaraban de manera desafortunada —e

inconsciente, quiero pensar— que la noche estaba para pasárselo bien y no era el lugar para reivindicar nada. Por supuesto, la ceremonia más importante del Cine Español no es espacio para que las actrices, guionistas, directoras, cámaras, etc. expresen y denuncien la falta de oportunidades en la industria. Es mejor y más acorde que lo hagan, quizá, en la feria del tractor de Albacete.

Por suerte, todas las mujeres que subieron al escenario aprovecharon el momento para hacer un alegato evidenciando la realidad del cine. Desde Pepa Charro a Cristina Castaño, pasando por las ganadoras de algún cabezón como Carla Simón (Goya a Mejor Dirección Novel por Estiu 1993) que recibió el premio de manos de Leticia Dolera y Paula Ortíz, referentes para ella, decía. Un momento ejemplo de sororidad, de apoyo mutuo. También lo hizo Isabel Coixet, reacia a que se monopolizara la gala y las preguntas en la alfombra roja, pero que se sumó finalmente a la causa al recoger el Goya a Mejor Dirección por La Librería. Destacable, asimismo, el discurso de Nora Navas, vicepresidenta segunda de la Academia de Cine, que aseguró que iban a trabajar para ser un referente por la lucha de la igualdad de oportunidades en la industria española. «Solo derrotando a la superioridad de género, derrotaremos al monstruo de la violencia de género», concluía. También el de Adelfa Calvo (Actriz de Reparto por El Autor) recordando las dificultades que pone el cine a las actrices cuando van sumando años.  O el de Nathalie Poza al recoger el Goya a Mejor Actriz por No sé decir adiós que animó a las «chavalas» que estaban en sus casas a intentarlo. Esta es una de la razones por las que estas reivindicaciones eran necesarias ayer. Para que muchas niñas sepan que hay mujeres trabajando en el cine, que no están solas, y que desde lo más alto hay actrices, directoras, cámaras o guionistas luchando por sus sueños. La falta de referentes, la falta de visibilidad para las mujeres en el cine puede llevar a las adolescentes a pensar que este no es su espacio, por eso urge cambiar la situación. Por eso, son necesarios todos y cada uno de los discursos, por eso es necesario evidenciar una realidad, por eso es necesario denunciar. Algo que no es incompatible con el humor o desarrollo habitual de una ceremonia de este tipo, porque el Cine necesita construirse también desde la igualdad efectiva, porque si no lo que queda es «un campo de nabos feminista precioso», como diría Dolera.

Solo espero que el año que viene todas las promesas en materia de igualdad lanzadas por la Academia se cumplan. Solo espero que el año que viene el porcentaje de mujeres y, por tanto, de posibilidades para ellas, sea mayor. Y solo espero, que el año que viene el guion tenga la calidad acorde a la noche más importante del Cine Español donde todos, del primero al último, se involucren. No es una noche de dos personas que presentan, de un par que participan, y de una decena que entrega premios, es de los centenares que calientan su butaca hasta que llega el cóctel. Estemos a la altura, solo espero eso para el año que viene. 

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