La crítica de la semana: Profetas del a posteriori

ANÁLISIS | Semana del 16 al 22 de marzo de 2020

La necesidad apremiante de información por parte del espectador se sacia en muchas ocasiones con la intoxicación que difunden algunos telepredicadores.

La televisión se ha llenado esta semana de poseedores de la verdad absoluta, de especialistas que hace cuatro días decían una cosa, y ahora dicen otra, y de analistas políticos que para seguir cobrando la nómina ahora son prácticamente epidemiólogos. Parlanchines, sabelotodo y aprovechados han encontrado en el coronavirus el mejor aliado para acaparar el foco en televisión. Es su momento y no piensan dejar escapar la oportunidad para alimentar su ego e inocular ideología.

El miedo de unos sumado a la mala fe de otros puede ser el cóctel perfecto para alimentar el odio, y en este momento lo único que nos puede salvar es remar todos a favor de obra. Solo hay una consigna que debemos seguir a rajatabla y no es otra que quedarnos en nuestra casa y tener los dedos quitecitos con las cadenas de whatsapp. La información sobre el virus y sus consecuencias ya poco o nada aporta.

Nadie sabe nada de nada, pero todos tenemos boca para despotricar cuando más necesario se hace el silencio. En España existe la mala costumbre de no enfrentar los problemas arrimando el hombro sino echando mierda sobre el que tenemos al lado. Ya puede hundirse el barco que si puedo quedar por encima de mi adversario el camino hacia la muerte se saborea de otra forma.  Y es ahí, en los momentos más bajos, cuando la miseria humana se aprovecha de la ignorancia para envilecer el discurso.

Hace dos semanas vivíamos en la inopia más absoluta y ahora la televisión se llena de «aposteriorísticos»,  seres poseedores de una verdad sin fisuras que supuestamente ya habían alertado de la magnitud de la catástrofe. De entre estos hay algún científico que seguro no le falta razón, pero ahora no se trata de tanto de reprochar lo que no hicimos sino de sumar esfuerzos para paliar la pandemia.  Y en todo caso, si hay que confrontar posturas, lo mejor en situaciones tan delicadas es lavar los trapos sucios en casa y no delante de la cámara.

De esconder la mierda debajo de la alfombra saben mucho precisamente en la casa real. Y es que la semana televisiva no solo ha estado protagonizada por los parlanchines sino también por el discurso vacío de un rey. Más de 15 millones de espectadores estuvieron atentos a la comparecencia grabada de Felipe VI pero no logró convencer ni a los más cortesanos. La verdad es que podía habernos amenizado el confinamiento despotricando contra su padre como si fuera Maricielo Pajares, pero no, apareció con cara de acelga para transmitirnos la nada más absoluta. Si no tienes algo que aportar, ni una gran donación económica ni una disculpa pública por los tejemanejes de don Juan Carlos, mejor coge tus cosas y pega la vuelta.

Visto que el jefe de Estado no está a la altura nos toca al resto asumir la papeleta. Lo más sano para nuestra salud mental será la desconexión informativa en la crisis del coronavirus, recurrir a la televisión para entretenernos y solo dedicar unos minutos al día para recoger posible información de interés. Ya está casi todo dicho, lo que viene no tiene buena pinta y las imágenes que nos esperan solo pueden aportar angustia. Fiémonos de lo obvio que es quedarse en casa y dejemos de buscar respuestas en predicadores que nada pueden hacer al respecto.

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